Opinión

Pioneros del volante en tiempos difíciles

H ay personas y personajes de los que es muy difícil hablar porque son sencillamente irrepetibles: es el caso de Estanislao Reverter, Lalao, a quien el Ayuntamiento de Ourense rinde estos días homenaje; y de su hermano Antonio Reverter, abuelo materno de mi hija Zoraida.

Lalao y Toñín son de esas personas que dejan una impronta imborrable; aunque a Antonio lo traté menos, con Lalao conviví y trabajé en sus empresas y proyectos, en su Escudería Orense, en sus rallies y en sus aventuras políticas como diputado de UCD. Por alguna razón que no sé explicar, desde el primer día que nos conocimos –cuando yo andaba rondando a su sobrina Menchu-, Lalao me cogió un gran cariño y viví con él aventuras inolvidables, atajando curvas y quemando freno en su Ford no sé qué por todas las carreteras de Galicia.

La cercanía y el afecto me permiten describir a Lalao como un auténtico volcán, el volcán Reverter, peligroso cuando entraba en erupción; aunque era inofensivo, convenía ponerse a cubierto. Mientras vivamos, sus familiares y amigos seguiremos acordándonos de las cosas que hacía y decía Lalao, de sus enfados cósmicos y su lengua terrible… que de pronto se difuminaba, como la niebla cuando sale el sol sobre las aguas del Miño; y aquella furia desatada, aquel volcán en erupción, se convertía en una persona tierna, cariñosa, entrañable.

Lalao tenía un corazón grande, inmenso. Iba de frente por la vida, y creo que ese carácter bondadoso y su gran generosidad hacen que todo se le perdonaba, incluidas aquellas erupciones volcánicas que cubrían las curvas de Ramirás o las naves de la Ford.

Luego, además de la persona, padre de cinco hijos, está el personaje público, el deportista, el corredor de rallies, el empresario de la construcción y del automóvil, el político, diputado constitucional en Cortes… y sobre todo, padre del automovilismo gallego.

Están también, entre lo público y lo privado, otras habilidades: el investigador de la mecánica, inventor de aquel injerto de Alpine y Porsche, que aún rueda por nuestra memoria: el “Alpinche”, en el que Tucho Reverter debutó como copiloto siendo un chaval. Lalao y Toñín innovaban, “maquinaban” por decirlo mejor, porque en su pasión por los coches eran máquinas fabricando máquinas, incansables, vitales, siempre con ilusiones nuevas. Insumergible, se venía arriba ante el fracaso y las dificultades y, como dicen ahora los adolescentes, “lo daba todo”.

Lalao y Toñín Reverter representan lo mejor de una generación orensana y española irrepetible, apasionada en tiempos difíciles y revueltos, capaces de ir al Rally de Montecarlo con la osadía y la frescura que solo ellos podían permitirse.

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