Opinión

Atmósfera cero

En 1981 el director de cine británico Peter Hyams rodó esta película de ciencia ficción, “Atmósfera cero”, con un guion también suyo. El argumento trata sobre un personaje, un como siempre inigualable Sean Connery que es enviado como jefe de policía, o sea como sheriff para que nos entendamos, a una explotación minera en Io, una de las lunas de Júpiter, en la que se producen una serie de muertes de obreros y operarios de difícil explicación.

Obviamente no voy a contarles yo aquí la película ni a hacer spoilers. Si les interesa véanla. El caso es que la película, a pesar de ser un éxito en su momento nunca fue muy bien tratada por la crítica que la consideró siempre una película algo menor, buena para pasar el rato una tarde de sábado pero nada más. Discrepo. Y mucho.

Hace unos días la pusieron por la tele otra vez en no sé qué canal y la volví a ver. Algo que no hizo sino confirmarme que es estupenda, y que Sean Connery hace ahí uno de esos papeles suyos magistrales como el de fray Guillermo de Baskerville en “El nombre de la rosa”; el Jim Malone de “Los Intocables de Eliot Ness”; el mejor James Bond que hemos conocido nunca; o el divertido padre de Indi en “Indiana Jones y la Última Cruzada”, por citar solo algunas de sus interpretaciones más famosas.

 “Atmósfera cero” es un calco precioso y refinado de “Solo ante el peligro”. Seguramente es un homenaje cinematográfico a la película de Fred Zinneman del 52. Cada secuencia del metraje de “Atmósfera cero” es “Solo ante el peligro” pero llevado al espacio exterior. Desde el fondo de la historia, la de un hombre justo y honrado que se enfrenta al mal él solo abandonado por su comunidad por cobardía, hasta el desarrollo temporal de la narración que en ambas películas se refleja en los numerosos relojes que nos cuentan a los espectadores el tiempo que pasa para el protagonista, el mismo tiempo segundo a segundo que pasamos nosotros en la butaca viendo la película.

Entre Gary Cooper que como todos sabemos y ya nos explicó una vez Pilar Miró está en los cielos, y Sean Connery que no sabemos dónde está yo a pesar de mi rendida admiración por Gary Cooper casi prefiero al escocés de Edimburgo que fue una vez “El hombre que no pudo reinar”. Un independentista radical sin pelos en la lengua, sin vergüenza, con falda a cuadros, boina y bonete de pailán, y con unas ideas políticas que expresaba con rotundidad en público siempre que le apetecía aunque repugnaran a muchos, y al que solo le faltaba la gaita entre manos y codos para tocar su canción alegremente en los Highlands rodeado de preciosos carneros, ovejas, lluvias y brumas grises. 

O no sé, tal vez a él le hubiera gustado tocar esa canción casi una muiñeira loca y bellísima en Io, una de las lunas de Júpiter.

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