Opinión

¡Ay Rosa!

Hace unos cuantos días Jordi Évole en su programa entrevistó a Rosa, la cantante granadina a la que creo que toda España adora, como toda España adora a famosos como Antonio Banderas, Pau Gasol o Rafa Nadal por citar tres ejemplos a vuelapluma. 

Estuve viendo el programa porque como para tantos españoles y españolas a mi Rosa es una persona que siempre me ha suscitado cariño, admiración y respeto. Sobre todo cariño, un cariño especial.

Cuando hace años Rosa apareció en uno de aquellos primeros Operación Triunfo (yo no he vuelto a ver ese programa en mi vida, la verdad es que me espanta) a mi su voz me pareció una locura. Y a muchos más también. 

No sé mucho de música pero siempre he sido un amante de las voces femeninas del jazz, blues, soul, etc., que me encantan. Como Aretha Franklin, Ella Fitzgerald, Sarah Vaughan, Nina Simone, Billie Holiday y tantas otras maravillosas mujeres cuya voz nos hace soñar o llorar porque se nos clava en el corazón. Tengo una buena colección de discos de ese género.

Siempre pensé desde aquel primer momento que Rosa debería haber conducido su carrera profesional en esa dirección, pues creo que tenía una muy buena voz para eso, para el jazz o el soul. 

Pero pronto se vio que los promotores, representantes, etc., que se encargaron de ella la llevaron hacia un pop melódico de consumo que no me parece mal en absoluto y seguro que le ha dado dinero y éxitos, pero que nos ha hecho perder una voz que podría haber tenido dimensiones grandiosas como las de las cantantes que cité más arriba. Una pena.

Cuando eres joven y estás empezando la suerte cuenta mucho. Y tus maestros o las personas que te dirigen o te encauzan en tu camino, sea este cuesta arriba o cuesta abajo, cuentan muchísimo. Yo creo que Rosa se equivocó. La convirtieron en una cantante más, buena sí, pero una más cuando podría haber sido una excepcional.

Pero la vida es así. Te lleva por unos derroteros y tú solo puedes intentar navegarlos lo mejor que puedas.

Yo mismo soy un ejemplo de eso y por eso sé de qué hablo sobre Rosa. En cinco años gané tantos premios nacionales e internacionales de publicidad que ocupan dos folios en mi currículum, incluso un León de Oro en el festival de Cannes, el premio de publicidad más importante del mundo. Dejé la publicidad. Fui muy buen fotógrafo. Mis amigos fotógrafos me dicen: nunca debiste dejar la fotografía, eras fabuloso. Pero la dejé en los noventa. Mis amigos ilustradores me dicen: nunca debiste dejar la ilustración. Pero la dejé igualmente. Y mis amigos diseñadores gráficos otro tanto de lo mismo. Ahora solo soy un escritor, uno más, uno del montón. Como dice el epitafio de Billy Wilder: “Solo fui un escritor. Nadie es perfecto.”

O sea que la vida es una interminable sucesión de meteduras de pata. ¡Ay Rosa!

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