Opinión

AYATOLLAHS


En vista de los recientes (en realidad vienen de muy antiguo) acontecimientos en Irán, creo que deberíamos volver a subir al número uno de Los Cuarenta Principales y a todas las listas de éxitos musicales, y a los finales de fiesta de verbenas y celebraciones de España y el extranjero, aquel famoso tema de Siniestro Total de los ochenta que se titulaba “Ayatollah, no me toques la pirola”.

Supongo que muchos recordarán la pegadiza música y también la divertida letra que los de mi generación bailamos como locos tantas veces. Decía así:

“Puedes llevarme al Irán y presentarme al Imán/ pasearme por Teherán y mandarme al frente de Iraq./ Puedes colgarme de los pies y fusilarme también/ cortarme las manos sin piedad y llevarte a mi chica ye-yé./ Ayatollah no me toques la pirola/ sabes que no soy el Sha, pero en el nombre de Alá no me toques la pirola más.”

Vale. Es verdad que la composición de Julián Hernández no es que tuviera una gran altura poética, ripios aparte, pero no puede dejar de reconocérsele una capacidad de anticipación histórica que para sí quisieran supuestos especialistas futurólogos que se dan tanto bombo como el vivo Rappel, el difunto Nostradamus u otros analistas de distinta ralea que salen a menudo por la tele diciendo chorradas como si fueran una autoridad en algo.

Hoy esa canción podría significar fácilmente que su autor tuviera que tener escolta y vivir siempre oculto como Salman Rushdie, pero de aquellas no era así. A nadie le importaba. Solo era una broma. Una broma graciosa, aunque con sentido. Con mucho sentido si lo pensamos bien. Y la cantábamos en donde fuera. En el Rockola, en un concierto, en una disco, en cualquier fiesta o en un cumpleaños entre amigos. Sin más.

Otro famoso tema de la época de los mismos y brillantes Siniestro Total era “Matar hippies en las Cíes”. Y confieso que en los ochenta yo mismo fui a las Cíes muchas veces a la Playa de los Alemanes, una playa nudista para hippies descolgados como yo. Descolgados porque los hippies eran de los sesenta, habían desaparecido de California hacía casi treinta años y Timothy Leary estaba ya más enterrado que Tutankamón. Pero eso a mi me daba igual, yo era joven e ingenuo y seguía leyendo con devoción, admiración y retraso a la Generación Beat. 

Y seguía escuchando a Siniestro también: 

“Llego a la isla/ lo saco de la tienda/ le abro la cabeza/ le rompo una pierna/ le muerdo la oreja/ ¡Ah qué placer, matar hippies en las Cíes!”

No sé quién escribió una vez, creo que fue aquel poeta ruso Ossip Maldelstam, lo siguiente refiriéndose al piano de cola que tenían en su casa cuando él era niño: 

“Lo alimentábamos todos los días con sonatas y sonatinas ligeras como espárragos”.

Me da que a los ayatollahs no les gustan los espárragos. ¿Ustedes qué creen?

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