Opinión

Colorear la historia

Hay una serie de documentales que se emiten por la tele con gran éxito en los últimos tiempos y se titulan invariablemente “La Segunda Guerra Mundial en color”, “La Guerra Civil española en color”, “El franquismo en color”, “La guerra que sea en color”, y dentro de poco veremos todo o casi todo en color. Vamos, lo que hacía según la leyenda Nerón mirando el mundo a través de un rubí.

A mí esos documentales, por lo general muy bien hechos en cuanto a su papel informativo, de recreación histórica, etc., me repugnan. No dejo de verlos eso sí, por su ya digo valor instructivo y porque suelen estar casi siempre genial en producción, realización y montaje, con aportaciones interesantes de historiadores y especialistas. Pero al mismo tiempo los odio. No creo que el coloreado de las imágenes aporte nada interesante, salvo el de atraer a ese público idiota al que cuando le sugieres una película clásica que obviamente es en blanco y negro dice: “Oh, no. ¿En blanco y negro? ¡Qué aburrimiento!”

Pero ese público idiota resulta intrascendente, a mí el coloreado de esas imágenes me repugna por tres razones que no tienen nada que ver con eso.

Primera. Por supuesto que el mundo era en color entonces como lo es hoy, claro que sí, pero la documentación que tenemos sobre esas épocas es en blanco y negro. Colorear esas imágenes es falsificarlas y, de alguna manera, falsificar la realidad.

Segunda. Es verdad que nos lo pasamos bomba, yo el primero, viendo a Charlton Heston bajar del monte Horeb con las Tablas de la Ley en la mano en Technicolor, pero eso es un entrenimiento. El verdadero Moisés no fue en color, ni siquiera fue en blanco y negro, fue en tinta y en papel, en palabras escritas, sin imágenes. Es más, probablemente Moisés ni siquiera existió.

Y tercera. Aquí me sale el fotógrafo que fui, sorry. ¿Por qué no coloreamos la obra completa de Robert Capa, de Anselm Adams, de Dorothea Lange y de tantos otros fotógrafos? ¿Es porque tienen un nombre? Y si es así ¿por qué colorear libremente la obra de otros fotógrafos, realizadores, iluminadores, reporteros, camarógrafos, etc., que no tienen su trabajo expuesto en el Moma? Hay algo muy sucio en eso. Y se llama apropiación indebida, robo, o directamente plagio. ¿O es que esos no eran tan artistas como los otros aunque no sepamos sus nombres? Así que ¿por qué nos permitimos alegremente manipular su obra a nuestro antojo? Quizá porque están muertos y no tienen fama, ni voz, ni firma. O porque no los conoce nadie salvo su familia y amistades. Pues a mí eso no me gusta. No me parece bien. Y por eso aborrezco esos documentales coloreados.

Seamos honrados, esa historia del siglo XX no fue en color. Intentemos verla como fue según los que la vivieron, sufrieron y documentaron entonces: en blanco y negro. Aunque solo sea porque ellos lo hicieron así para nosotros.

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