Opinión

Échale la culpa a Mame

Los hipopótamos son unos animales que por lo general gustan mucho a los niños, no sé si por sus andares orondos y contoneantes como los de un gorrino, o por su aspecto bondadoso. Pero los hipopótamos no son bondadosos, de hecho son unos de los mamíferos más violentos que existen, causantes del mayor número de muertes de humanos en el mundo por la agresión de un animal. O sea que si usted ve un hipopótamo por ahí, aléjese de él.

Los hipopótamos se llaman así en nuestra lengua por culpa de los griegos que tenían la manía de ponerle nombre a todo como Adán en el Paraíso. Ya saben, lo contó Bob Dylan en una canción “Man gave name to all the animals”, traducido algo así como “El hombre le puso nombre a los animales”, un asunto bíblico.

Hipopótamo significa en griego caballo de río, de caballo (hipo) y río (pótamo). Tampoco es que los griegos se complicaran mucho para ponerle nombre a las cosas, la verdad, dejando aparte que el parecido de un hipopótamo con un caballo es más bien remoto. En realidad según los estudiosos y zoólogos los hipopótamos son parientes de las ballenas.

El caso es que los hipopótamos, unos mamíferos semiacuáticos, tradicionalmente vivían solo en África pero en los últimos tiempos se han convertido en un problema en Colombia. Hay cientos de ellos sueltos y los expertos calculan que en unos pocos años serán más de tres mil. Parece ser que se reproducen estupendamente allí (esto también es bíblico).

Y la culpa de eso la tiene alguien en concreto. Pues claro, alguien tiene que tener la culpa. Como cantaba Rita Hayworth en “Gilda” mientras se quitaba seductoramente el guante en aquella escena maravillosa “Put the blame on Mame”, “Échale la culpa a Mame”. Siempre hay que echarle la culpa a alguien.

La culpa del asunto de los hipopótamos colombianos la tiene parece ser Pablo Escobar, aquel narco que además de traficar con cocaína traficó con hipopótamos ilegales, y se llevó varios al zoológico privado de su finca Nápoles en Antioquía.

Tras la detención de Pablo Escobar por la DEA americana, varios de esos hipopótamos se escaparon de su encierro y encontraron un sitio estupendo donde vivir en libertad en la cuenca del río Magdalena, alejados de las absurdas disputas de los hombres. Actualmente son más de doscientos y como apunté y he leído por ahí parece ser que se reproducen como conejillos, así que la superpoblación de hipopótamos colombianos tal vez sea culpa de la DEA.

A ver. A mí todo esto que les estoy contando y es verdad, me suena a realismo mágico. A una historia absurda y bellísima de Gabriel García Márquez, como aquello de “Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía habría de recordar aquel día lejano en que siendo un niño su padre lo llevó a conocer el hielo.”

En todo caso ya saben: “Échale la culpa a Mame”.

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