Opinión

El rey del "sinpa"

Donald Trump el actual expresidente de los Estados Unidos es no solo un mentiroso compulsivo (cosa que ya sabíamos), sino también un estafador que no paga sus impuestos, un millonario que vive como el rey Midas, un fanfarrón feo a conciencia con un físico y un pelo que dan pena, un golpista dispuesto a cargarse el Capitolio y puede que la democracia americana, y un adorador de la Asociación Nacional del Rifle, siempre presto a defender a los asesinos frente a las víctimas. 

Pero por si eso no fuera poco resulta que también se está convirtiendo a raíz de tantas investigaciones en un abusador sexual compulsivo al que cada día le salen más denuncias de mujeres de las que se aprovechó haciendo uso de su poder y su estatus. Todo encaja. Blanco y en botella, leche.

A mí el asunto Donald Trump/Stormy Daniels que tanto se aireó en los medios por morbo no me llamó la atención en absoluto. A fin de cuentas eso fue pagando, él tenía la pasta y ella aceptó la relación (por llamarla de alguna manera) cobrando. Hasta ahí correcto. Solo fue un trato comercial aceptado por ambas partes. Muy americano todo, business is business.

Lo que me llama la atención son las otras ¿relaciones?, en las que el expresidente se dedicó de forma sistemática a meterle mano a señoras o chicas, a intentar o conseguir acostarse con ellas, etcétera, pero ¡gratis!, por el morro. ¿Por qué hizo eso? No lo entiendo ya que a él le salían dólares por las orejas y podría haber hecho lo mismo pagando a esas otras como hizo con Stormy Daniels, un asunto que a fin de cuentas fue un simple acuerdo de servicios entre dos adultos.

Pero no. Lo que revela otra cosa interesante acerca de la mente (si es que tiene alguna) de este personaje y su pelo/no pelo de color naranja: él siempre tiene que hacer lo que le apetece como un niño malcriado. Pagando, pero sobre todo sin pagar. Sin pagar le gusta más. Donald Trump es el rey del “sinpa”, o sea: me voy sin pagar porque me da la gana.

Un mérito sí tiene este tipo y hay que reconocérselo, y es que a su lado Richard Nixon con el Watergate, o Bill Clinton con el escándalo Lewinsky, están quedando a la altura histórica de la suela de un zapato. ¡Pobres enanos!

Supongo que el zapato será el mismo que golpeó una vez con ímpetu contra el estrado el premier de la Unión Soviética Nikita Kruschev en 1960 en una Asamblea General de las Naciones Unidas. El mismo zapato. Tal cual. Como los mismos zapatos que asaltaron el Capitolio.

Donald Trump el otro día pasó a ser el preso americano número PO-1135809 según un tribunal de Fulton (Georgia). ¡Genial! Parece una matrícula, algo larga, de un coche de Pontevedra de los años setenta. Eso sí, es una matrícula... de las de antes.

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