Opinión

Erdogan

Un tipo al que yo no le dejaría mi coche ni aunque me dieran un millón de dólares, Erdogan, el actual presidente de Turquía, se ha enfadado porque otro imbécil como él quemó un ejemplar del Corán en Estocolmo.

¡Manda huevos!, como dijo aquel otro imbécil similar a esos dos que tuvimos por aquí una temporada luciéndose en público, Federico Trillo, otro angelito de misa diaria.

La quema de un Corán, como lo sería la quema de una Biblia, no es sino una minúscula gota de agua en un mar, el de los millones de libros que han quemado a lo largo de la historia y siguen haciéndolo aun hoy musulmanes, cristianos, judíos, coptos, mormones, evangélicos, ortodoxos, nazis, estalinistas, maoístas... y gente de toda condición cuya condición parece ser casi exclusivamente legislar la vida de los demás y quemar cosas, libros, e incluso personas.

Yo, creo que esto ya lo he contado por aquí alguna vez, tengo en la estantería de mi casa la famosa foto en blanco y negro de Hitler delante de la torre Eiffel. Esa en la que Hitler está henchido como un pollito orgulloso, flanqueado por su arquitecto Albert Speer y su escultor de cabecera Arno Breker, posando muy sonrientes los tres con la torre Eiffel al fondo. 

Hitler, después de tomar París y tras visitar la tumba de Napoleón, aquel mismo día se hizo esa foto delante de la torre Eiffel, un monumento que era la muestra más perfecta de lo que él llamaba arte degenerado y que pensaba derribar, así lo había anunciado ya. Pero eso sí, antes se hizo la foto delante de ella como cualquier turista idiota se haría un selfie en París. 

La foto es muy visible en mi salón, ya digo. Como también es muy visible en un estante atestado de libros una edición de “Maus” que tiene una cruz gamada grande y muy llamativa en el lomo.

Una vez alguien que estaba en mi casa de visita me preguntó qué significaba aquello. Tal vez por un momento pensó que yo era medio neonazi o algo así. Le expliqué que la foto de París era solo para recordarme todos los días que lo creamos o no, lo peor puede ocurrir (y no soy un pesimista, que conste). A continuación le dejé el “Maus” de Art Spiegelman y le expliqué que era, él no lo conocía, el primer cómic ganador de un Premio Pulitzer y una maravilla. Novela gráfica lo llaman ahora a eso.

El caso es que unas cruces gamadas lo confundieron, creo yo. Supongo que no se hubiera confundido y no hubiera sacado conclusiones equivocadas si se hubiera encontrado crucifijos o cuadros de vírgenes o santos en las paredes y una Biblia en la estantería, que también tengo. O se hubiera confundido igual, aunque seguramente no habría preguntado ni hubiera dicho nada.

Un tipo quema un Corán en Estocolmo y por eso otro tipo, Erdogan, se enfada en Ankara. Obviamente son imbéciles los dos.

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