Opinión

La Cuqui

Quienes me conocen saben que aborrezco el programa de tv Master Chef. Me parece falso, pretencioso y prepotente. En cambio me gusta el de Chicote. Sí, ya sé que es más bruto y un poco barriobajero comparado con el otro, pero quizás por eso me resulta más natural y simpático. Siempre preferí a Arguiñano antes que a Adriá.

          En cualquier caso no suelo ver ninguno, salvo zapeando por casualidad durante unos momentos.

El otro día vi uno de Chicote en un restaurante de Andalucía, no sé dónde exactamente, regentado por unas hermanas muy simpáticas. Era un programa antiguo, así que Chicote estaba gordo con sus imposibles camisas floreadas. Eso sí, el restaurante era un desastre como siempre.

El programa de Chicote es un montaje televisivo como Master Chef. Cualquiera que lo vea se da cuenta de que todo es pura ficción. Desde la posición de las cámaras, la iluminación o el guión, hasta los insufribles platos que tiene que probar el pobre Chicote al principio, y lo que tiene que aguantarle a los propietarios, cocineros o camareros que le toquen, que más parecen actores que personas reales. 

Es como las muñecas de Famosa, no nos creemos que vayan al portal caminando de verdad, pero eso no importa. Nos entretienen y punto.

El caso es que en ese programa hubo un momento genial en el que la dueña le sirvió a unos clientes una ensalada, y los clientes la llamaron para protestar porque en la ensalada había una cucaracha muerta. Los clientes habían separado la cucaracha y la habían dejado con las paticas para arriba, fallecida, sobre el mantel blanco al lado del plato. Muertita como una muertita.

La dueña, una mujer graciosa ya digo, se disculpó y retiró la ensalada y la cucaracha, prometiendo a los clientes que enseguida les traería otra ensalada limpia (no olviden ustedes que todo esto es un show).

Entonces vino lo bueno. Aquella mujer entró en la cocina despotricando contra sus empleados y les dijo gritando ante la atónita mirada de Chicote: “¡Pero, joder!, ¿cómo es que estaba la Cuqui allí?”

De lo cual deduzco yo que la Cuqui, aquella cucaracha, era una mascota apreciada y querida por el personal del restaurante y cuyo óbito los llenó a todos de tristeza. Salvo a Chicote, supongo.

Además la Cuqui, dicho así, a mí me suena a una frase de madama de un burdel catalán del siglo XIX del Paralelo, refiriéndose cariñosamente a una de sus chicas favoritas: la Cuqui.

¡Ay, no sé qué pensar y tampoco qué quiero pensar! No me hagan caso.

A mí me gusta cocinar y cocino bastante bien, o mis amigos/as dicen eso. Por cierto, seguro que saben cómo se titula ese programa de Chicote. Se titula “Pesadilla en la Cocina”.

Creo que eso lo aclara todo. Que Dios tenga en la gloria a la Cuqui.

PD: ¿Y si la Cuqui era Cuca Gamarra? No, no puede ser. Perdonen... es que se me va la cabeza.

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