Opinión

La IA

La polémica que se está generando (fíjense en el verbo generando, lo he elegido con intención) supongo que de forma automática mediante algún algoritmo desconocido, sobre la Inteligencia Artificial, el chat GPT4 y otras nuevas tecnologías de ese tipo, será porque me queda lejos y no entiendo nada de ese asunto pero me resulta fascinante.

Básicamente la principal objeción de tantos expertos y especialistas al desarrollo de las nuevas IAs, por resumirla de forma pedestre y para entendernos es que podrían llegar a ser más inteligentes que los propios humanos que las fabricamos. 

Seré muy tonto e ignorante yo, o un antiguo, pero así a vuelapluma me suena como si me dijeran que las ruedas, el capó, el motor, o los asientos de un Volkswagen Escarabajo acabarán por ser más listos que Ferdinand Porsche que los diseñó. No me lo creo, pero veremos. Todo puede ser. Como decía el irónico comisario Renault (Claude Rains) en la película Casablanca ante la absurda perspectiva de la llegada de un IV Reich: “Nos adaptaremos a lo que venga”.

En el año 2001 Steven Spielberg hizo una película, un proyecto que inicialmente era de Stanley Kubrick pero que el director neoyorquino dejó inacabado por su temprano fallecimiento que se titulaba, se titula IA, en la que trata precisamente ese tema, la Inteligencia Artificial. Es una gran película aunque a mi juicio le sobran treinta minutos. Más corta hubiera quedado mejor. 

Pero lo interesante del film es que a 
Spielberg en su visión no le importaba si la IA sería más inteligente o más poderosa, sino si sería más esperanzada, más tierna, más ilusionada, cariñosa, bienintencionada, ingenua, si sería en fin más... humana.

El robot bueno aparece ya en “Yo Robot” de Asimov, y en otras muchas obras de ciencia ficción en la historia de la literatura y el cine. El personaje Nexus 6 de “Blade Runner” sueña también con tener sentimientos, hasta el punto de que él mismo se deja morir inundado de lágrimas bajo la lluvia con una paloma blanca en la mano, añorando con resignación lo que nunca tuvo ni pudo tener: lo humano. E incluso el brutal cyborg T-800 de “Terminator” es una máquina asesina sin alma en la primera película de la saga y después, en la segunda, se convierte en un protector bondadoso y lleno de ternura, cariño y sentimientos, más humano que nadie y dispuesto a jugarse la vida, ¡ah no, perdón! la vida no que él no es humano, sino a jugarse su existencia de máquina por un niño.

Por eso dudo que las ruedas o la bonita carrocería del Volkswagen Escarabajo lleguen a ser algún día o nunca como Ferdinand Porsche. A fin de cuentas el brillante ingeniero austríaco fue un nazi convencido que perteneció a las SS, diseñó tanques y armas de todo tipo para el ejército alemán durante la Segunda Guerra Mundial y fue íntimo amigo de Adolf Hitler.

Tal vez sea mejor la IA.

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