Opinión

La lista menos votada

Cada cierto tiempo algunos políticos vuelven otra vez con la tontería de la lista más votada. ¡Qué cansinos son!

Que el Gobierno lo ocupe la lista más votada suele ser casi siempre lo menos representativo del mundo.

Para entender estas cosas yo suelo imaginármelas en mi comunidad de vecinos, como hacía el impresentable don Manuel Fraga con sus ejemplos de garbanzos. No es un buen método pero a mí me vale.

En mi comunidad somos más de treinta propietarios entre pisos, locales, etc. Supongamos que en una junta seis vecinos se postulan a presidente, algo improbable ya que nadie en su sano juicio quiere ser presidente de una comunidad de vecinos salvo el actor José Luis Gil en “Aquí no hay quién viva”, pero sigamos imaginando. 

Uno de ellos, el vecino A obtiene cinco votos y los otros, los vecinos B, C, D, E y F obtienen cada uno cuatro votos. Según la teoría de la lista más votada la presidencia le correspondería automáticamente al vecino A. Pero pensemos, ese tipo ocupará la presidencia con la oposición de veinte vecinos y el apoyo de solo cinco. No parece muy justo ni muy democrático. Y como dije antes, desde luego no es nada representativo de la voluntad popular. La idea de que gobierne la lista más votada solo conviene a uno, al que va a obtener más votos él solito.

Yo propondría lo contrario: que gobierne la lista menos votada. Eso nos pondría a los ciudadanos a la hora de votar en una tesitura intelectual, política, personal y social mucho más interesante. 

Seríamos como ese personaje del famoso acertijo de las puertas, supongo que lo conocen. Hay dos puertas y cada una tiene un guardián. Un guardián siempre miente y el otro siempre dice la verdad. Una puerta conduce al cielo y la otra al infierno. Pero usted solo puede hacer una pregunta a uno de los guardianes para intentar averiguar cuál es la puerta buena. ¿Cuál es la pregunta?

Como sabrán quienes conozcan el acertijo o tengan muy buena cabeza la pregunta a uno de los guardianes, cualquiera de ellos eso da igual, es ¿qué diría tu compañero si yo le preguntara cuál es la puerta del cielo? Y según la respuesta que obtengamos del guardián hay que elegir la otra puerta. 

Porque y aquí va la explicación, si le preguntáramos al mentiroso nos mentiría y nos diría la puerta del infierno; y si le preguntáramos al que dice la verdad nos diría la verdad, lo que diría su compañero, o sea la puerta del infierno.

Conclusión: hay que elegir la contraria, hay que votar a la contra. Es lo más razonable y acertado.

Yo he votado a la contra siempre. Incluso le voté al Pacma una vez y en aquella ocasión ¡maldita sea!, ¿se lo pueden creer ustedes?, hasta mi chihuahua Atticus me lo reprochó.

¡Esto es un sindiós!, como decía José Sazatornil al final de “Amanece que no es poco”.

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