Opinión

Perros asesinos

En las últimas semanas se han producido en nuestro país varios ataques de perros a personas, algunos con el trágico resultado de muerte de la víctima.

Algo que me asombra de estas noticias leyéndolas es la insistencia que se pone al contarlas en ciertos aspectos según yo lo veo curiosos, como si los perros tenían chip, si estaban vacunados, si el dueño los tenía registrados, si estaban sueltos o sin vigilancia, etc., etc.

A mí eso me parece como si ante un asesinato dedicáramos líneas y líneas de un artículo en la prensa o una conversación de tertulia a disertar sobre si el asesino tenía estudios superiores, se había sacado el carnet de conducir anteayer o vivía solo. No entiendo la relación que tiene una cosa con las otras. Se me escapa, como se me puede escapar el perro quizás si le suelto la correa.

Otra cosa soprendente en estos sucesos es el énfasis que ponen algunos en que “la culpa es del dueño” como queriendo exculpar al perro. Por supuesto que la culpa es del dueño, pero no toda, el perro también tiene culpa. ¿O no? Ese argumento supuestamente bondadoso y animalista (no me lo creo porque animalista soy yo) viene a decirnos volviendo al asesino de antes que toda la culpa la tiene el mafioso que ordenó el asesinato, y el que apretó el gatillo no tiene ninguna. Ridículo. Ambos son culpables.

Como saben mis lectores yo adoro a los perros y tengo uno. Es improbable que mi chihuahua Atticus pueda matar a nadie a mordiscos, ni lo intenta, lo cual hasta creo que es un signo de inteligencia por su parte. Pero siendo yo crío tuve varios perros: una dálmata, un sabueso y otros dos más sin raza conocida. Y entonces, en mi niñez, recuerdo que cuando en el pueblo un perro atacaba a una persona por lo que fuera, porque era muy fiero, muy fuerte, porque tenía mal carácter o le había dado un mal día –y ya no digo nada si la víctima del ataque había sido un niño–, el propietario del perro inmediatamente sacrificaba al animal. Lo hacía él mismo, con gran dolor de su corazón ya que quería al perro. Pero lo hacía.

Tampoco entiendo que hoy a esos perros se los recluya durante un tiempo en un refugio para analizarlos, hacerles estudios veterinarios e incluso canino-psicológicos... ¿para qué? 

“¿Acaso no matan a los caballos?” es una novela de Horace McCoy llevada al cine en la fabulosa y sórdida película “Danzad, danzad, malditos” de Sidney Pollack del 69. El título de la novela alude a la costumbre de que cuando un caballo por ejemplo se ha roto una pata y va a ser incapaz de llevar su vida e integrarse en el mundo, es preferible matarlo para evitarle sufrimientos. Y lo mata su dueño, por compasión.

Yo creo que el dueño debe pagar su culpa, pero a los perros es mejor evitarles que sufran más.

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