Opinión

Secuestros

Pero estas pasadas navidades la cosa fue distinta. Más original. No se trató de un robo como los de años anteriores en los que el niño Jesús desaparecía y punto, y nunca se encontraba al responsable lo que obligaba a reponer la figura con un niño Jesús nuevo.

Esta vez fue un secuestro en toda regla, perpetrado por dos chicos que una vez con el niño en su poder subieron un vídeo a las redes sociales mostrando la figura entre ambos encapuchados y con las voces distorsionadas, pidiendo un rescate de diez mil euros. “De otro modo -aseguraron- no volverán a ver al bebé con vida.”

Al final la cosa no pasó de ser una broma de un par de chavales, pero el asunto tiene su miga. Los delincuentes (?) incluso se jactaban en su vídeo con orgullo de que “por primera vez en años el niño Jesús no pasará la noche en comisaría”, lo que parece indicar que los jóvenes aspirantes a terroristas incluso creían estar llevando a cabo una buena acción, y sugiriendo que tal vez Herodes no fueran ellos, sino la poli o las autoridades. Da bastante que pensar.

A mí esta originalísima acción lo único que me produjo al conocerla fue ternura. Al contrario que esos imbéciles que se adhieren con pegamento a un cuadro exigiendo el fin del cambio climático (algo muy difícil de cumplir), esos dos chicos solo querían diez mil euros (algo muy fácil de cumplir), el sueldo mensual de muchos de nuestros políticos. De hecho si se piensa bien, diez mil euros por el niño Dios es una ganga comparado con lo que cobran nuestros hombres de estado. Yo mismo estaba dispuesto a poner los diez mil euros de mi bolsillo para recuperar al niño, a condición de que dejaran de cobrarlos nuestros congresistas y senadores. Pero por suerte para mí, sobre todo para nuestros próceres, la figura fue recuperada enseguida.

Fue recuperada sí, pero ¡oh, sorpresa... le faltaba un meñique! Solo puedo pensar que ese meñique viajó al cielo en una cajita sin remite enviada a Dios Padre como muestra de las verdaderas e indiscutibles intenciones de los captores, para que el Supremo Hacedor soltara la mosca de una vez. Como aquel famoso caso del joven Paul Getty III secuestrado en los años setenta, cuyo rescate solo accedió a pagar su abuelo cuando recibió una oreja del niño en un sobre.

That’s life!

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