Opinión

El sello de la discordia

No me sorprende. Hay gente a la que le molesta cualquier cosa: los toros, la comida vegana, el regatón, la canción protesta o la tortilla sin cebolla. “Hay gente pá tó”, como dijo aquel famoso torero El Gallo cuando le presentaron a Ortega y Gasset y el diestro preguntó al filósofo a qué se dedicaba, a lo que Ortega contestó: A pensar.

Pues sí, hay gente pá tó.

La filatelia nunca me ha interesado aunque mi padre tenía un álbum de sellos que supongo aun estará lleno de polvo en casa de mi madre.

Como la numismática, coleccionar cajas de cerillas, llaveros o posavasos nunca le he visto la gracia a esas cosas. No soy nada coleccionista.

Pero hace años un chico inglés que estaba invitado a comer en mi casa con más gente, aquel día había cocinado yo, me dio una lección de vértigo a propósito de eso.

El chico venía de un viaje por España, ya se sabe muy inglés todo: Sevilla, Bilbao sanfermines, Granada la Alhambra, Barcelona Gaudí, etc., y recaló en Vigo alojado en casa de otro amigo común. Como esa comida ya estaba programada con antelación también vino él.

En la sobremesa mientras charlábamos con los cafés sobre el mantel, sacó varias monedas romanas del bolsillo y nos las mostró a todos muy orgulloso. Las había comprado en el Rastro en Madrid, como regalo para su padre que coleccionaba monedas antiguas.

Yo maleducadamente, era el anfitrión, hice un comentario escéptico y burlón sobre ese coleccionismo. Pero él que sí era educado (era un super broker de la City y su padre también) sostuvo una de las monedas delante de mi con los dedos y me dijo muy serio: “No lo entiendes. Tú aquí solo ves un pedazo de metal viejo, roto y ennegrecido, pero mi padre y yo vemos la historia, y vemos que esta moneda sirvió para pagar una deuda, o un crimen quizás, o el alquiler de una casa en Roma, un vaso de leche para un niño, un polvo con una puta, un bocadillo, el sueldo de un soldado... Eso vemos nosotros.”

Me quedé mirándolo y mirando la moneda alucinado. Pocas veces en mi vida me han dado una bofetada (cariñosa) tan inteligente e instructiva, cosa que inmediatamente le agradecí. Y creo que el me agradeció también que se lo reconociera así, aparte de agradecerme además la invitación a mi casa y la comida que le había preparado.

Me dio una lección preciosa e inolvidable.

Cualquiera que haya tenido una colección de sellos sabe que hay sellos para todo. Desde el de la cara de Alfonso XIII o el del aniversario del nacimiento de Marconi, hasta el del buitre leonado o el del Zeppelin.

¿A qué indignarse tanto por el del PCE?

Es absurdo.

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