Opinión

Fervores

Auguro una época de prosperidad sin parangón en los próximos meses. Y entono mi mea culpa por haber dudado en algún momento de que pudiese ser así. ¡Qué malicia llevó a algunos a criticar el rumbo impuesto desde arriba! Infames pájaros de mal agüero. Esos que ponían en duda la eficacia de la hoja de ruta marcada; esos que pedían que se les explicase de modo claro y rotundo por qué se les exigía tanto sacrificio, y sobre todo tan mal repartido, si antes le habían regalado los oídos con cantos de sirena y con sueños de trabajo y riquezas en un muy breve espacio de tiempo; esos, realmente, no entendían nada. Pero ahora sí pueden entenderlo; ahora pueden vislumbrar el leitmotiv de esta sinfonía dolorosa, que no es otro que la conversión de todos en mártires, y la entrega feliz e incondicional al destino divino que le depara a esta gran nación. Nos han ido suministrando esta vacuna celestial a pequeñas dosis, casi sin darnos cuenta, para evitar reacciones alérgicas. Una plegaria por aquí, una saeta cantada al viento por allá, y poco más. Nada exagerado. Por eso nos tomamos con mucha flema la invocación a la virgen del Rocío por parte de la ministra del ramo, para que nos ayudase a combatir el drama del paro. Esas invocaciones pretendían conseguir que, dondequiera que no llegase la eficacia de la reforma laboral (¿eficacia he dicho?), allí se posase el manto milagroso para que el parado pudiese al fin dar de comer a su prole famélica. No tengo apuntes estadísticos sobre el número de conversos ganados con este sistema para la causa, pero aún quedan cinco millones de desgraciados esperando por esa intersección divina. Aunque conseguir el pleno sea demasiado pedir, pues con tanta maldita modernidad y laicismo, tanto matrimonio gay y tanto aborto libre, tanto español viviendo a espaldas de lo que nos marcaba Rouco, es muy cómodo acordarse de santa Bárbara solo cuando truena. Y quien dice tronar dice quedarse sin empleo.

No es lo anterior el único ejemplo de las nuevas dosis de fervor: nuestro ministro de interior ha asegurado que santa Teresa esté intercediendo por nosotros para sacar a España airosa de estos tiempos recios y difíciles. Tampoco hay datos definitivos, pero al parecer, tras esa afirmación, han amainado las protestas, han cesado las tumultuarias manifestaciones callejeras, han perdido apoyos los afanes separatistas de algunos, y ya no hay musculosos emigrantes deseando cruzar ilegalmente las fronteras de Ceuta y Melilla. Así que, como es de bien nacidos el ser agradecidos, lo mínimo que podía hacer el ministro es obsequiar con algún regalo inmaterial (los corpóreos quedan para otros) tamaña generosidad celestial. Y ni corto ni perezoso concedió la medalla de oro al mérito policial a María Santísima del Amor. No es coña. Yo supongo, y lo digo por echarle un capote al ministro, que se habrá visto sometido a muchísimas presiones por parte del Cuerpo Nacional de Policía; y es que seguramente los polis andaban mosqueados que te pasas con el devotísimo Fernández Díaz, pues éste había tenido un gesto sublime con sus compañeros de la benemérita y no con ellos, cuando a finales del 2012 había concedido a la virgen del Pilar la Gran Cruz de la Orden del Mérito de la Guardia Civil. ¿Iban a ser menos los policías que los guardias civiles? ¿Iban a quedar aquellos pobres agentes sin su esquinita en el cielo? No, claro que no, por eso había que honrarlos con igual gesto de fervor. Y aquí paz y después gloria. Gloria eterna.


Pero no se preocupen, que el gobierno, además de rezar, está con el mazo dando; nos aseguran que este año se creará empleo neto y volverán los tiempos de prosperidad. Y si muchos no lo creen mientras no lo vean, no les condenen al infierno por ello, pues incluso santo Tomás no creyó mientras no vio.

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