Opinión

Si uno fuera Rajoy

Si yo fuera Rajoy seguiría tan pancho leyendo el Marca y fumando feliz mi puro diario. Como diría el otro, «pa qué cambiar». Lo que da buen resultado, mejor ni menearlo, non vaia ser o demo que desfagamos o que ben feito está. Respetando, pues, esta máxima, si yo fuera Rajoy no me quitaría el sueño la antes molesta posibilidad de unas terceras elecciones, y tener entonces que convencer a propios y extraños de que son otros, y no yo en persona, el estorbo para alcanzar una mayoría parlamentaria. Ahora, psss, si hay terceras…, pues que haya: el engranaje estaría listo, el programa simplificado como dios manda, el argumentario propagandístico marcado a fuego en el tuétano de un fidelísimo electorado, y los rivales…, a todos esos los cogeríamos de lleno metidos en luchas fratricidas. Por eso, si yo fuera Rajoy, ¡cuán tranquilo dormiría cada noche en La Moncloa!; y no, nada de preocuparme por esos juicios mediáticos en los que andan enredados algunos de mis antiguos colaboradores o amigos. ¿Rodrigo Rato? ¿Blesa? ¡Hey, no confundamos las cosas!; ésos no son de mi cuerda; esos tipos son los de la beautiful people, son los que se van de cacerías a África y llevan unas vidas de gran boato. De todos ellos mejor le preguntan a Aznar, sí, al de la FAES, que ahora se desmarca (mejor para mí), y a Esperanza, condesa consorte de Bornos, que anda farfullando a mis espaldas un no sé qué sobre fundar un nuevo partido. ¡Qué ingrata! Así que no me fastidien con lo de las tarjetas black. ¿Qué? ¿Qué dicen de la Gürtel? ¡Ah, sí, eso!..., algo he leído; bueno, ahí es cierto que están algunos por los que me quemé la mano, pero ¡pelillos a la mar! Qué mejor prueba de la irrelevancia de ese caso que el respaldo mayoritario de los españoles en las urnas. Además, ese juicio, y ahora hablo como presidente del PP, que no del gobierno en funciones (¡qué cómodo se está así, en funciones! Un año casi, y subiendo escaños), es un montaje político contra mi partido, una persecución más propia de estados totalitarios que de asentadas democracias. Por eso he dado órdenes expresas a nuestro abogado para que pida la nulidad de toda esa instrucción judicial y para que nos expulse del proceso. Que una cosa es luchar contra la corrupción, ahí nos ponemos en primera fila, y otra muy distinta dejarse avasallar por esos jueces rojeras.

Si yo fuera Rajoy me sentaría tranquilo en el trono esperando a ver quién y durante cuánto tiempo me ofrece más. ¿Tú me das tu voto en Presupuestos? ¿Y tú, me ayudas con la reducción y los ajustes? ¿No? Pues ¡ea!, a votar y que sea lo que Dios quiera, que lo que quieren los españoles ya se ha visto en las dos últimas elecciones. Porque sabed que no solo quiero vuestra investidura. Quiero mucho más. Ahora yo soy el rey y vosotros los señores que me debéis vasallaje. Os colmaré de títulos y prebendas si me prestáis lealtad. Ahora que voy a ser presidente de todos los españoles, se acabaron los tiempos de la incertidumbre y la inestabilidad. ¿Quién podría estar en contra de ello? Prioridades mandan.  

Si yo fuera Rajoy estaría al fin eternamente agradecido, no ya a mis electores, pues eso se da ahora por sabido, sino a muchos otros más: a los que han convertido mi debilidad en posición de fuerza, aun a costa de exhalar sus últimos suspiros; a los que han silenciado las miserias que me acechaban por puro sentido de Estado; y a los que traicionan a los suyos como Judas, a cambio, no de treinta monedas de plata, sino de recuperar poderes perdidos. A todos ellos, si yo fuera Rajoy, les llenaría de besos, como hizo Judas Iscariote en el huerto de Getsemaní.

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