Opinión

De intenciones e ilusiones

Me dicen que no hable hoy de política; hoy, con resaca aún de la celebración de fin de año, y con el frío de la nochevieja todavía metido en mis carnes, me pongo delante del ordenador sin saber de qué escribir: me han vetado (es un decir) el tema político, que tanto jugo da. Haré caso de tal petición, y dejaré a los sembradores de pánico, a los arribistas, a los incompetentes, a los cínicos, a los corruptos y a los vividores de la sopa boba tranquilos en este comienzo del 2015. No hablaré de ellos, pues sus acciones inútiles lo dicen todo por sí solas. Vaya, parece que ya he hablado demasiado.

Hoy, mañana y pasado mañana son días propios de intenciones varias, de propósitos que cada principio de enero nos imponemos como tareas, unas vitales, otras más modestas y ordinarias, que tendremos que cumplir durante el nuevo año. No he de ser yo quien te desanime, y si de diez objetivos logras finalmente cumplir uno o dos, ya habrás alcanzado el éxito personal. Puedes empezar hoy mismo (¿a qué esperar?) a trabajar en el empeño; no te desanimes, tú eres tu mejor amigo, así que no seas tonto y no te conviertas en tu peor enemigo; no te flageles, pero tampoco caigas en la autocompasión, ni maldigas la vida que se te ha regalado. ¿Estás mal? ¿En serio? Seguro que hay algo bueno en tu vida. Repásala. Basta con pararse a pensar en ello para darse cuenta de que hay millones de personas en el mundo que lo están pasando infinitamente peor que tú, y aun así siempre tienen un pequeño hueco para una sonrisa. Una sonrisa que desarma fusiles y avaricias. Piensa que, de conocerte, cambiarían su vida por la tuya mil veces. Así que no te quejes demasiado. Solo lo justo para sentirte vivo e inconformista. Y tratar de mejorar. Y de paso dar ejemplo a los sembradores de pánico, a los arribistas, a los incompetentes, a los cínicos, a los corruptos y a los vividores de la sopa boba de los que hoy no voy a hablar, solo porque se me ha dicho que no hable de política.

Sabes, además, que en breve tienes una visita especial. En tres días llegará la gracia de los reyes magos. Estos existen; yo nos le he visto, claro, pero yo sé que existen, lo compruebo en la cara de mis hijos cada seis de enero. ¡Qué manía tienen algunos con poner en duda su existencia! Con lo fácil y hermoso que es ser un niño casi siempre, conservar la inocencia aún no maltrecha. Basta con contagiarte un poco de su ilusión para que empiecen a cumplirse tus deseos. Nosotros los educamos, pero ellos siempre nos enseñan. Pero ocurre que somos tan estúpidos que rechazamos su sabiduría natural. ¡Qué bueno sería un mundo menos adulto y decrépito! Con lo sencillo que es discernir lo bueno de lo malo, lo que gusta de lo que disgusta, lo que es feo de lo que es bonito, como hacen los niños, sin fingimientos, sin dobles sentidos, sin palabras que casi nunca dicen nada. De ellos deberían aprender los sembradores de pánico, los arribistas, los incompetentes, los cínicos, los corruptos y los vividores de la sopa boba de los que hoy me resisto a hablar, tan solo porque se me ha pedido que no hable de política.

Pero todos somos imperfectos; arrastramos a menudo nuestro mal humor y nuestras pocas ganas de ponerle al mal tiempo buena cara. No pasa nada, los niños también tienen sus rabietas, y los desgraciados claman al cielo, voz en grito, justicia por sus desgracias. Pero que esa rabia sea combustible en lugar de lastre, para que sigas avanzando y creyendo que el mundo puede ser un poco mejor. Aunque solo sea para darle en las narices a los sembradores de pánico, a los arribistas, a los incompetentes, a los cínicos, a los corruptos y los vividores de la sopa boba de los que hoy no he habado, solo porque se me ha pedido que no hable de política. Y creo que lo he conseguido. 

Hasta siempre.

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