Opinión

Nada nuevo bajo el sol

Sopor desde hace tiempo (de aquellos lodos…). Estupor otras veces, las más. Y cabreo también cuando se leen o escuchan sandeces aplaudidas por quienes se guían por las vísceras en lugar de hacerlo por la razón (eso hay que hacerlo en la fogosidad del amor, no en la política, ¡por dios!). El hijo rebelde que se quiere ir de casa para siempre aun siendo menor de edad. ¿O es bastardo? ¿Se le ha ocultado tal vez hasta ahora la verdadera paternidad? ¿Cataluña francesa? ¿O Catalunya como último reducto en Iberia de los Habsburgo? ¿Es posible que un engaño histórico haya perdurado más de trescientos años? ¿Tan inteligentes, sagaces han sido unos, los más, y tan torpes y pusilánimes otros durante esos siglos? Cataluña, o Catalunya, o Catalonia… quo vadis. 

Tenemos tantas preguntas en el resto de España (he dicho resto de España, perdónenme los que desde nuestra tierra, Galicia, o Galiza, quieren que el otro extremo peninsular se desgaje, y a continuación hablan de solidaridad). ¿Os queréis ir todos, de verdad? Ah… acabo de caer en la trampa, como tantos millones de españoles (perdón otra vez). Ahora es cuando algunos dicen eso de que solo dejándoles votar podremos comprobar quién se quiere ir y quién no. Bueno, como proclama no queda mal. Pero cojea, y mucho. Hay un marco de convivencia superior que no se puede quebrar unilateralmente.

Me imagino entonces al vecino que vive en el 3º derecha del edificio sito en el portal nº 12 de la calle Desengaño, enviando una carta al presidente de la comunidad diciendo que se larga, que paga una cuota muy alta, que hay derramas injustas, que sus vecinos son molestos… y que en su casa han votado él, su cónyuge y sus hijos, y han decidido que se van y se convierten en vivienda unifamiliar. Pasándose por el forro imperial la norma superior de que la modificación de los Estatutos de una comunidad (la Constitución de cada edificio), o la redistribución de las cuotas entre sus vecinos exige unanimidad. Eso sí, también plantea el vecino separatista que durante un tiempo se le siga suministrando el agua, la electricidad en los espacios comunes, que pueda usar el ascensor hasta su piso, que se mantenga la calefacción central… sin tener nada que pagar. A cuenta de lo que (dice) le han robado desde que se levantó el edificio. Tendría guasa la cosa. 

Ya, ya sé que esto es de una simpleza inmensa. Es verdad. Como también eso de que España nos roba,  o de que Cataluña, en un tiempo lejano, ya fue Estado. ¿Cuándo ocurrió eso? Porque los de mi generación no estudiamos tal cosa, pese que antes la enseñanza era (dicen algunos) de una calidad superior. Pero busco y rebusco entre los históricos del catalanismo republicano y me encuentro con palabras de Maciá (en 1931) y de Companys (en 1934), líderes de Esquerra Republicana, invocando una república catalana dentro de una República Federal española. Dentro, y no fuera. Y hoy algunos impresentables de la CUP, abrazando sin pudor el capitalismo puyoliano, porque la pela sigue siendo la pela, llaman fascistas incluso a los que plantean convencidos esa posibilidad. Ya no les vale nada que no sea su nacionalismo excluyente (¿hay algún nacionalismo inclusivo, integrador, solidario? Lo dudo). 

Porque ésta es la segunda trampa: todo el que no apoya le reivindicación separatista se ha convertido de la noche a la mañana en representante de la derecha más rancia, en nostálgico del régimen franquista, en opresor del pueblo catalán subyugado…, y ya de paso en cómplice de la corrupción política (la española, no la catalana…), merecedor de ser señalado por la calle y en carteles cobardes. Parece que no aprendemos. El nacionalismo radical, por excluyente, es la antesala del fascismo. Europa ya lo vivió en el período de entreguerras. Que no se olvide. Nada nuevo bajo el sol.

Te puede interesar