Opinión

Víctimas de su delirio

En Estados Unidos acaban de detener a la escritora de novelas de suspense Nancy Crampton-Brophy, acusada de haber asesinado a su marido, con el que llevaba 27 años de aparente feliz convivencia. Mas la cuestión, el interés mediático y el morbo -sobre todo este último- no se para en la maldad ínsita en el nefando crimen; lo que ha provocado una curiosidad malsana alrededor de este caso es que la (presunta) asesina había escrito en el año 2011 una novela titulada “How to murder your husband” (“Cómo asesinar a tu marido”), en la que narra la historia de una mujer que mata a su pareja pero logra huir de la condena. A partir de aquí elucubren ustedes lo que quieran: ¿Llevaba la escritora desde el año 2011 pergeñando su malévolo plan? ¿O acaso fue víctima de su propia imaginación y llegó a ese punto de locura en la que se diluye la  frontera entre la realidad y la ficción? 

Se dijo siempre que hubo casos de actores que se metieron tanto en el papel de los personajes que interpretaron, que acabaron por ser fagocitados por éstos, en una suerte de grave trastorno de la personalidad. ¿Habrá ocurrido algo así en el caso de Nancy Crampton? ¿Quiso reinterpretar el papel creado por ella misma, y su marido solo era, fue, qué desgracia, el elemento del atrezo necesario para escenificar el crimen? Solo ella lo sabe. 

No obstante, me he preocupado de leer una entrada escrita por la escritora  sospechosa en su blog, en la que, por un lado, exponía los posibles móviles o razones que pueden llevar a una mujer a matar a su marido, y por otro lado, los medios o instrumentos para llevar a cabo el crimen (nada sofisticado, por cierto: veneno, sicario, pistola, arma blanca…). Lo que parece dar a entender que, o bien recababa ideas para su novela negra, o bien trataba de espantar sus propios fantasmas, como si al escribir públicamente sobre móviles y armas del conyugicidio quedara libre de todo fantasma o, en su caso, de toda sospecha. Y es que llegados a este punto, la pregunta tabú es clara: ¿Estamos todos completamente libres de convertirnos algún día en unos criminales, o hay una predisposición antropológica del ser humano al mal, sólo domada por la educación y las reglas de convivencia en sociedad? ¿Llevamos todos un criminal en potencia dentro? Ella creía que sí, al menos eso se infiere de uno de los últimos párrafos de la entrada colgada en su blog, que ahora me permito traducir libremente: 

Creo que es más fácil desear que personas estén muertas que matarlas realmente, no quiero preocuparme por la sangre ni el cerebro salpicados en mis paredes. Y realmente, no soy nada buena para recordar mentiras, pero lo que sí sé sobre el asesinato es que cada uno de nosotros llevamos uno (un asesinato) dentro cuando nos empujan a ello lo suficiente.

(Para los curiosos/morbosos, les dejo aquí el enlace al blog:  http://archive.is/D1s2X#selection-171.0-299.38)

En todo caso les diré que, si damos por buenas las críticas literarias sobre la autora, es ella una escritora mediocre cuyos libros no pasarían el filtro de una calidad aceptable. Su gloria le ha venido dada por ser sospechosa de llevar a la práctica su ficción criminal. Quién sabe, a lo mejor estaba escribiendo el primer capítulo de su siguiente obra: la autobiografía de una asesina cuyo crimen previamente anunció. Y el asesinato que -ella creía- siempre llevó dentro, al final cobró realidad. ¿Quién le habrá dado el último empujón? La locura, quizás, pero no la del genio loco creador de obras de arte, sino la prosaica de la vil asesina, presa también (ya lo veremos) de un delirio de grandeza. Una verdadera pena para el marido.

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