Opinión

Las arrugas del traje

Malgastamos demasiado tiempo en enjuiciar la vestimenta de los demás en vez de preocuparnos por sus capacidades, actuaciones o posicionamientos éticos. Al alcalde 'rebelde' de A Coruña, Xulio Ferreiro, le 'zoupan' cada cierto tiempo por acudir a los actos institucionales con un estilo que le llaman 'casual', que quiere decir como le sale de un pie o algo parecido, aunque para muchos su aspecto es bastante más de fiar que el de la plutocracia de la que se ha rodeado Donald Trump para dirigir la principal potencia económica del planeta. Las arrugas en la gestión son las que tendrían que importar en cualquier persona, sobre todo si se dedica al servicio público. 

A una investigadora de origen gallego que trabaja en el Ministerio de Agricultura le sorprende que sus compañeros y compañeras –el síndrome de la moqueta no entiende de género– acudan al curro con una vestimenta que no desentonaría en una boda. Un día de esos en los que ella iba especialmente descuidada  porque invierte el tiempo en estudiar la llamaron de urgencia para llevar la voz cantante en una importantísima reunión. Ya se sabe que un político de alto rango no tiene que saber nada del departamento que dirige o le sobra con una ligera noción mientras vaya planchado. Al llegar al arco de seguridad el agente le puso trabas para acceder al edificio. Cuando se identificó, el tipo tuvo que envainarse el juicio precipitado: "Perdón, la están esperando".

La tendencia está cambiando. Las empresas tecnológicas abrieron la espita al retirar la soga del uniforme a sus empleados y primar el talento; la irrupción de Podemos y las Mareas en la escena política permitirá que dentro de unos años nadie se sorprenda de que un tipo luzca rastas en el Congreso. Los mozos de hoy tienen sus brazos plagados de tatuajes y las orejas con grandes boquetes. Algún día serán jefes. 

A Martiño Noriega y a Jorge Suárez, alcaldes de Santiago y Ferrol, las otras ciudades gallegas llamadas del cambio, también les han criticado el atuendo. Y les iría bien si no diesen más argumentos a los sectores más conservadores. Mantener a un edil imputado por prevaricación debido al desigual trato a locales de ocio de Santiago cuando has predicado lo contrario es permitir que Feijóo te haga un traje. 

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