Opinión

Concesionario la Administración

Que no, señores, que el personal no les ha votado para que se bajen la soldada ni para que malbaraten el parque automovilístico de la institución que les toca gestionar. Si están en el cargo es para gobernar con imaginación y honradez, pero las actuaciones iniciales acostumbran a caer en el titular fácil para lograr un aplauso tan inmerecido como estéril.

La presidenta por sorpresa de la Diputación de Lugo, Elena Candia, ha anunciado que pondrá a la venta el Audi A-8 con el que se desplazaba su predecesor José Ramón Gómez Besteiro. ¿Y qué más? Alberto Núñez Feijóo también subastó el Audi blindado que adquirió Emilio Pérez Touriño y ya nadie se acuerda de un gesto de cara a la galería. Hubo unas semanas en las que la Xunta se parecía más a un concesionario que a la sede de un gobierno autonómico.

El anterior alcalde de A Coruña, el también popular Carlos Negreira, siguiendo las directrices de su jefe, también decidió malbaratar los coches oficiales. Hay que reconocerle que en muchas ocasiones se desplazaba a pie, pero en otras tantas mendigaba entre los que los acompañaban en un acto para que lo trasladasen hasta otro lugar. Durante una comida con periodistas pidió a un informador que lo llevase y éste le espetó: "Macho, no haber vendido el coche, que la gasolina la pago yo".

Llegaron las recientes elecciones y los coruñeses decidieron cambiar de alcalde, sin importarle si había ahorrado en coches o gastado en zapatos. El regidor de Ourense, Jesús Vázquez, también se ha bajado el sueldo; los ediles de las mareas presumen de cercanía y de llevar a los cativos al colegio o de tener gustos sencillos. Y está bien. Cada uno puede elegir entre viajar en transporte público, en bicicleta o en patinete, pero lo que cuenta en la gestión es conseguir que todos los ciudadanos puedan elegir entre moverse a pie o en un coche de un porrón de pasta. La miseria se contagia con gran facilidad. ¿Cuándo hablamos de riqueza? 

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