Opinión

Curvas a ciegas

La noche ciega, la mañana deslumbra y alguien siempre espera en vela. Galicia vuelve a estar de verbena. Aunque las canas digan que no hay demasiados motivos para la fiesta, es comprensible que los mozos o los adolescentes no lo entiendan. Sólo hay que retroceder unos años y repasar lo vivido para darte cuenta de que los jóvenes de ahora comenten errores parecidos a los de antes. El que aguarda con angustia el regreso a casa de sus hijos es un superviviente gracias a la cabeza o a la suerte. 

Ayer murió un chaval de 16 años en A Coruña y otros tres jóvenes resultaron heridos de gravedad al salirse el coche en el que regresaban de la fiesta de Vilaboa en una vía de tres carriles. La investigación apunta a que "una maniobra extraña" hizo que el Mini Cooper derrapase y después volcase tras estrellarse contra un árbol. Falleció el más joven de los cinco ocupantes y el conductor, de 20 años, fue el que sufrió menos daños. Nunca se sacudirá la pena. 

La curva de la vida a veces aparece en una recta. En octubre de 2007, un joven de 22 años de la Costa da Morte se estrelló contra un poste de hormigón del tendido eléctrico a pocos metros de su casa en Xaviña. El rapaz había salido de marcha por Ponteceso, pero curiosamente se había trasladado en el Noitebús, el magnífico servicio de transporte a zonas de ocio nocturno que activó el Gobierno bipartito y que la Xunta de Feijóo dejó de financiar por la tormenta de la crisis económica.

El joven se bajó en Ponte do Porto, a menos de diez kilómetros de su casa, para no tener que volver a buscar el coche al día siguiente. Sus amigos decidieron no ir con él porque se encontraban muy cansados. Les sonrió la tirada de dados a ciegas.  

Hace más de dos décadas, haciendo dedo con un colega para regresar a Vimianzo tras apagarse las fiestas de Malpica, se detuvo un vecino del pueblo. Iba en un estado lamentable y bromeó con la facilidad que tomaba las curvas borracho. "Subid que seguro que hoy nos matamos".

Decidimos esperar a otro coche y eso que las horas garantizaban una bronca respetable. A los 15 minutos lo alcanzamos y, efectivamente, se había estrellado en una curva. Salió sorprendentemente ileso. Lo suyo fue cuestión de suerte, lo de este chófer de anécdotas y del colega, de cabeza.  

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