Opinión

El brindis es con soda

El cliente con más posibles del abrevadero –aunque el tamaño del colchón puede dar muchas sorpresas por estos pagos– descorcha una botella de champán antes de que el personal se largue pitando para llegar en hora a la mesa. "¿Has cerrado una buena operación o te sumas a la celebración de tu partido por los buenos datos del paro?", pregunta con retranca el tabernero mientras reparte copas. "Ni una cosa ni la otra. Celebro que hoy tengo en casa a mis cinco nietos. Dos han nacido en Estados Unidos, uno en Irlanda y otros dos en Galicia. Es la mejor expresión de la globalización", comenta antes de brindar con todos por la descendencia que se cría lejos y no regresará más que de vacaciones para que la hostelería pueda firmar contratos temporales que permitan sacar pecho al Gobierno de turno. 

A este ritmo llegará un día que necesitemos pagar una pasta gansa para que alguien atienda a las visitas. El año pasado Galicia perdió 10.825 habitantes, según el padrón continuo del INE. Con la misma tendencia, en el próximo recuento ya seremos menos de 2,7 millones. En 2010 se rozó la cifra de 2,8 millones, pero el personal tiene la insana costumbre de morir o de emigrar, como han hecho los abuelos o los padres. 

Rajoy celebra que en el Estado haya 129.281 trabajadores menos inscritos en los servicios de empleo en el mejor mes de la serie histórica; Feijóo festeja los 5.427 gallegos afortunados con un contrato, aunque 204.629 que siguen en la cola; y los sindicatos rebajan la euforia advirtiendo de la estacionalidad y de la precariedad laboral. Este brindis es con soda.

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