Opinión

Infelices pero no tontos

El presidente Feijóo acostumbra a apelar a la sensatez e inteligencia de los gallegos cuando la oposición afea su gestión por un mal dato como el paro, la deuda, el hundimiento de los sectores productivos, la sanidad tambaleante... Aquí estamos en los huesos pero por otros pagos andan bastante peor, viene a decir para disculpar la labor del Gobierno que encabeza. Tiene razón. Podríamos estar peor, aunque desearíamos estar, al menos, como cuando el presidente llegó a San Caetano en marzo de 2009.

Los gallegos quisieron que repitiese en la Xunta al concederle una segunda mayoría absoluta, por muchas pegas que se le puedan poner, con razón, a la norma electoral. Las reglas se sabían antes de acudir a las urnas. Resulta también irrefutable que los gallegos son sensatos e inteligentes y no tragan con los mensajes propagandísticos que les intentan colar. Un estudio elaborado por el Instituto Nacional de Estadística tumba el famoso anuncio en el que se presume de vivir como gallegos, ya que nos confesamos como los tipos más infelices del Estado.

En la Encuesta de Condiciones de Vida que toca diez palos nos mostramos como los más pesimistas o menos conformistas en nueve de ellos. Sólo en la tranquilidad al caminar solos de noche abandonamos el vagón de cola para situarnos en la décima posición. Mira si somos listiños, que lo peor que percibimos es la situación política, al dar sólo una confianza de 1,5 puntos sobre 10. La justicia, la situación económica, el trato de la policía o el trabajo también lo vemos bastante crudo. No estamos contentos ni con las relaciones personales y damos una nota media a nuestra vida de 6,1, por un 6,9 del conjunto del Estado y un 7,3 de los baleares y melillenses, los más satisfechos.

En un pueblo de la Costa da Morte vivía Gandula, una mujer zamorana a la que le gustaba desnucarse con coñac y siempre andaba en mangas de camisa, incluso en invierno. "Gandula, ¿no tienes frío?, le preguntábamos los cativos para chincharla. Y ella respondía con circunspección y voz de pozo: "Para que lo quiero, total no tengo abrigo". Toca conformarnos o poner remedio.

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