Opinión

El ritual de ir a votar

Dentro de nada nos llamarán para ir a votar. Las europeas, como bien decía el pillín de Felipe González, gánalas tú que yo ya me llevaré las generales. Pero después vendrán las municipales y otra vez las generales y ahí es donde de verdad se reparte la panoja. En las europeas se suele colocar a gente, incluso de cabeza de lista, con más cabeza que ideas.

Y, como cada cuatro años, acudiremos todos a votar en rebaño como se asiste a misa e incluso a comulgar. El personal es consciente de que te lo tienes que creer y de que hay que cumplir con una docena de normas para ganar el cielo, aunque nadie ha vuelto para decirnos que sí existe. La democracia, o la 'memocracia', como le llama un compañero del periódico, también es una cuestión de fe. Vamos a votar para cambiar el mundo cuando lo único que sucede es que son otros los que acaban trincando del negocio.

¿Aprendimos algo de Filesa? se preguntó este chófer de anécdotas en voz alta en el abrevadero. "De Filesa aprendimos como se hacían las cosas sin que pasara nada", respondió con circunspección el tabernero.

Y tocó envainársela ante una sobredosis de sabiduría. Bárcenas y el PP mejoraron las mañas del anterior escándalo de financiación ilegal y ahí sigue el partido. ¿Hemos avanzado algo en democracia? ¿Se ha desmantelado algún partido político o sindicato por corrupción? ¿Fue alguien a la cárcel a no ser el tonto útil para esconder la ponzoña bajo una sentencia judicial que parecía apalabrada para no tocarle la cara al que de verdad mandaba?

Iremos a votar para que todo siga igual o parecido. Y los universitarios, esos que tendrían que estar moviendo las clavijas del cambio, continúan más preocupados por su móvil de última generación que por los resortes que están gestionando su futuro. El otro día, Noite Bohemia, la compañía de teatro en la que está la cativa, representó 'Anfitrión', de Plauto, en el Teatro Colón de A Coruña; y uno de los protagonistas de la obra le propinó un rejonazo al ministro Wert que no estaba en el guión, que ya le gustaría firmar a alguno de los prohombres de la palabra en televisón.

Resulta que la bisoñez del rapaz tiene más crédito que todos los que nos aturden con su bla, bla, bla. Quizá haya esperanza, quizá.

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