Opinión

Comunicación política perversa

No puedo evitar, ni quiero, dejar de ver al ministro de Economía, Luis de Guindos, como un maquiavélico miembro de un oculto consejo asesor de Lehman Brothers. Es más, sin llegar a producirme pesadillas, cuando lo escucho en una rueda de prensa como la de ayer, me cuesta aceptarlo en el papel de ministro de un Gobierno democrático de mi país, elegido gracias a los votos de los ciudadanos. Me resulta más fácil situarlo como caballero de una mesa redonda secreta, vinculada a los poderes ocultos de los mercados, regida por algún poderoso señor NO vestido de negro, donde se deciden los destinos del capital, la acumulación de las plusvalías, las inversiones internacionales, los recortes sociales, los mecanismos especulativos, el sufrimiento humano…

No puedo ver, ni quiero, a Luis de Guindos defendiendo los intereses de todos los españoles porque la perversidad de sus argumentaciones suena falsa, pero no hueca, a la hora de justificar la situación económica a que nos han conducido sucesos como la quiebra en 2008 de la nombrada Lehman Brothers, en la que él tuvo importantes y conocidas responsabilidades en el plano europeo, ejerciendo de director para España y Portugal de esa piedra angular de la gran recesión que padecemos.

No puedo creer, ni quiero, que este político quien, tras el mencionado hundimiento de su anterior empleo, se hizo cargo de la Dirección Financiera de Prince-Waterhouse-Cooper –hoy investigada por presuntos delitos fiscales-, se conforme con el exiguo poder y sueldo de un simple ministerio. No me encaja el caché del personaje con el cargo. Ni me cuadran sus palabras con sus argumentos. La comunicación gestual política de este buen señor no me transmite ni confianza ni transparencia por esas razones que, en buena lid, pueden ser perfectamente erróneas y subjetivas, frutos de mi calenturienta imaginación de literato.

Ayer no pude aceptar, ni quise, la red de justificaciones extendidas para ocultar la lamentable carta de Rajoy al presidente de la Comisión Europea brindándole nuevos recortes cuando gane las elecciones. No se sustenta su mensaje de que el aplazamiento de la multa, que nos amenaza por el incumplimiento del déficit –eje principal de la política mariana-, se haga para no interferir en el proceso electoral. La intención, por el contrario, es tratar de no frenar el voto al PP, por lo tanto el aplazamiento de la multa interfiere a favor del partido que dice representar el ministro.

Pero todo esto no es más que una pequeña liana en la jungla de la perversión a que ha llegado el lenguaje político en nuestros días. Y me maravilla, aunque no quiera, ver el seguidismo con que caemos en las trampas dialécticas salidas de esas oscuras y secretas mesas redondas donde imagino sentado a Luis de Guindos compartiendo conspiraciones.

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