Opinión

Cumplir con Bruselas

Mariano Rajoy, con su mejor estilo de Capitán Trueno, no ha dudado en blandir la espada y gritar con toda su energía: “¡Bruselas y cierra España!”, al hablar de los nuevos presupuestos. En el comic de Víctor Mora se decía “Santiago y…”, ya lo sé, pero los tiempos y las políticas cambian que es una barbaridad. Tanto que el presidente no ha dudado ni un segundo en amenazar con nuevas elecciones si sus presupuestos para 2017 no son aprobados conforme a los mandados de Bruselas. Es decir, como era de suponer con un Gobierno continuista, antes que los intereses internos de España, siguen dominando los dudosos principios económicos de la UE.


El austericidio se ha convertido en palabra de Dios y Mariano es su profeta en la piel de toro. Ya ven, tópico sobre tópico para intentar entender la terrible encrucijada a que nos ha traído la globalización y la liberación de los mercados internacionales. Políticamente no somos nadie aunque tengamos las llaves de nuestro Gobierno. La voluntad de Rajoy, ahora sin mayoría absolutista, sigue mostrándose subsidiaria de las nefastas decisiones económicas del mercado del dinero, y sordo antes los padecimientos del país.


¿Y qué escuchamos en las bancadas de la oposición? En el grupo multidisciplinar de Podemos, más demagogia y la salsa del populismo sin ninguna solución. En los escaños del PSOE, otro rotundo NO a los presupuestos antes de conocerlos, suponiendo un “cierra España” inamovible. Un no por principio tan injustificable como el ciego seguidismo europeo del PP. Si a los conservadores les falta valentía en Europa, a los socialistas les sobra desconcierto en España. Esa España que a ambas formaciones les llena las bocas. (Puede usted sumarles la de Ciudadanos.)


Superado el sainete de la investidura, este es el panorama del entremés de los presupuesto. De Guindos y Montoro defendiendo el precio que Merkel le ha puesto a las aceitunas. El socialista Hernando negándose a comprar al imaginarlas podridas. Mariano amenazando con llevarse el balón y acabar el negocio mediante nuevas elecciones. ¿Estarán sembrados los olivos?


¿Por qué los dos grandes partidos no se bajan del tablado de la farsa y se dedican al ejercicio de la política en positivo? El espectador tiene la sospecha de que pesan más los intereses partidistas que el tan cacareado bien de la patria. Pesan más el titular de prensa y la estrategia electoral que los problemas del país. Y quizás no esté del todo equivocado el espectador. Sobre todo si tenemos en cuenta que unos presupuestos generales del Estado son la radiografía exacta de los objetivos de quienes los elaboran, discuten, reforman y aprueban.


Si el Capitán Trueno, con Goliath y Crispín, sigue anteponiendo Bruselas a Santiago y la oposición se encierra en un castillo medieval, convirtiendo lo que debiera ser solidaridad en maniqueísmo, nunca dejaremos de ser los socios pobres de la UE y un país en permanente recesión. Se cumpla o no se cumpla con Bruselas.

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