Opinión

Hacia la España federal

Si se cumplen las predicciones demoscópicas, el próximo domingo EH Bildu ganará las elecciones en el País Vasco, superando por primera vez al PNV en escaños y en votos. El fenómeno de crecimiento abertzale está rasgando las vestiduras de muchos politólogos y despertando los más ancestrales temores de las derechas centralistas. Se ha extendido la impresión de que el PNV, cómodo grupo para los gobiernos de España -al igual que lo fue CiU-, ha entrado en un lógico proceso de decadencia, resultado del desgaste tras largos años en el poder y por el cambio generacional en el electorado. 

Sin embargo, los datos hablan de la inexistencia de trasvases de votantes entre nacionalistas de derechas e independentistas de izquierda. A los unos se les mueren los provectos fieles mientras a los otros se les unen jóvenes izquierdistas, bien por ser nuevos ante las urnas, bien por desencantados con Podemos y Sumar, principalmente. Al tiempo, no se aprecian movimientos importantes en los caladeros socialistas vascos, donde el crecimiento está congelado, augurando un proceso decadente a medio o largo plazo. El PP vasco, desde 2001 no ha parado de caer, camino de convertirse en una fuerza residual sin que sepamos a ciencia cierta a dónde van a parar sus papeletas. Quizás se queden en la abstención. ¿Quiere esto decir que en Euskadi la hegemonía política está reservada para el independentismo? Todo puede suceder y en gran medida dependerá de si los partidos tradicionales, PNV, PSE-EE y PP, deciden conducir la situación con luces largas o cortas.

De momento las llevan cortas. El pragmatismo del PSOE, sus alianzas con PNV y EH Bildu, ha conseguido que las huestes de Otegi y sus asociados caminen por la senda constitucional. Lo que les da alas democráticas a cambio de afianzar la paz y el diálogo en la comunidad. En un rincón, el PP, erre que erre, sigue empeñado en identificarlos con ETA, cuyas armas asesinas guardaron silencio en 2011. Para las nuevas generaciones aquellos crímenes han empezado a ser las batallas del abuelo. Por tanto, la estrategia de PP y Vox, como les aconteció yendo contra los nacionalistas catalanes, a corto plazo está reforzando el novedoso espíritu abertzale mientras ellos hacen aguas. Van con las luces apagadas. Por su parte, el PNV trata de rejuvenecer la cartelería para mantener el voto útil, pero no puede evitar un tufo a más del mismo tradicional bacalao al pilpil.

Durante la última década, en las tres comunidades históricas con lenguas y culturas propias, los nacionalismos de izquierda han conseguido fidelizar a su electorado. Por tanto, el fenómeno de EH Bildu no es una casualidad. Como no fue un simple error la desintegración de CiU por mucho que sus herederos, Junts per Cat, se sientan poderosos en la miseria. No es baladí que el BNG sea la segunda fuerza en Galicia y haya dado un buen susto al PPdeG. Las organizaciones de derecha de las tres comunidades están en la cuerda floja y al socialismo le está pasando factura el apoyo o el permiso que les otorga para gobernar en el País Vasco y en Cataluña, mientras en Galicia el PSdeG ha caído, entre otras razones, como consecuencia de la pérdida de la identidad galleguista del pasado. En Cataluña puede que el PSC vuelva a ser la lista más votada, pero la Generalitat parece más al alcance de los nacionalistas de izquierda. ¿Esta situación es buena o mala para la convivencia? Simplemente es una realidad histórica que debe ser aceptada con naturalidad democrática y ser el camino para plantear con luces largas la organización de la España federal pendiente.

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