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La jugadora internacional del Gernika, la ourensana Paula Ginzo, difícilmente olvidará lo vivido este martes en el minúsculo pabellón de la ciudad turca de Mersin, en el partido que disputaron y sufrieron ante el Çucurova y en el que fueron eliminadas de la Eurocup tras caer por 69-40, a pesar de vencer con contundencia en la ida por 83-59.
El partido, que había sido aplazado con anterioridad por los casos positivos de coronavirus en el conjunto vasco, fue un despropósito organizativo consentido por la FIBA desde el primer segundo que aterrizaron en Turquía.
Tal y como relata Ginzo, la expedición vasca, consciente de la situación, encargó una PCR independiente en el aeropuerto de Estambul en el que todos, jugadoras y expedición dieron negativo. "Ya antes de viajar el equipo recibió un correo informando de que el Mersin nos iba a realizar una PCR sin estar en el protocolo de la FIBA. Nosotros les ofrecimos hacernos uno antes de salir, pero se negaron, por eso el equipo pagó para hacerse una nada más aterrizar en Turquía, en la que dimos todas negativo".
La sorpresa llegó posteriormente cuando el Çucurova quiso hacer las pruebas adicionales fuera del protocolo. "De allí salió un enfermero con test con nuestros nombres ya puestos en los tubos. Nos hicieron el PCR en la sala del aeropuerto y cuál es la sorpresa que el día del partido por la mañana nos confirman el positivo de Belén Arrojo, una de nuestras compañeras. Claro somos ocho jugadoras y con siete casi no podemos ni jugar".
Intentando enmendar ese entuerto en el que se vieron envueltas, el club hizo una nueva prueba a Arrojo pero, el resultado llegó diez horas más tarde (a las 22:00 horas con el partido finalizado), dando de nuevo negativo, tal y como había sucedido en las pruebas independientes hechas tan solo unas horas antes.
A nadie le causa sorpresa que en los partidos disputados en Turquía la tensión está disparada y la presión que ejerce el público es grande.
Lo que no contaba el Gernika era con la pasividad de todos los estamentos, incluido el arbitral.
"Llegamos al pabellón y yo no he visto un partido así en mi vida. Tenían todos los altavoces en nuestro banquillo con la música tan alta que tenía que agacharme y agarrarme la cabeza para evitar ese ruido de lo que me dolía. Pedimos que la bajasen y por supuesto que no aceptaron", reconoce la pívot ourensana.
En cuanto a la seguridad, "había policía en todas las esquinas porque la gente se nos echaba encima, nos tiraban cosas y nos insultaban constantemente. A partir de eso, los árbitros... si ves bien el partido te dan ganas de romper la pantalla y pegarle a alguien. Nos han arbitrado tan, tan...mal, todo para ellas, que es increíble. Fue una vergüenza". Y como en toda historia de terror, hubo unos cuantos capítulos más en el despropósito consentido por la FIBA y en una competición que se presupone seria.
"Cuando atacábamos nosotras sonaban sirenas de obra y alarmas antiaéreas de estas fortísimas. El "speaker" gritaba y hablaba mientras nosotras jugábamos y cuando se estaba terminando la posesión hacía una cuenta atrás de los segundos para que todos nos gritasen", destaca visiblemente disgustada Ginzo, que añade que "no sé por qué había también muchísimo humo en la cancha y no se veía bien en la pista. Eso y 50.000 cosas más que sucedieron durante todo el partido".
La jugadora que tuvo que ser aislada, Belén Arrojo y el técnico Mario López no pudieron viajar de vuelta, aunque está previsto que lo hagan esta mañana tras volver a pasar nuevas pruebas que confirman que la PCR practicada por el personal del Çucurova estaba extrañamente equivocada.
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