Sin rastro de la reapertura de la piscina de As Burgas
CINCO AÑOS Y MEDIO CERRADA
Vence el último plazo dado por el Concello de Ourense, mientras la instalación se llena de algas
La piscina termal de As Burgas acaba de superar los cinco años y medio cerrada y un año y cuatro meses desde que se acometieron obras de reforma, pero sigue cerrada y con una imagen de abandono absoluto. El proceso para la anunciada privatización ni siquiera ha comenzado, sumiendo en el limbo el futuro de la instalación, tras la promesa realizada por el alcalde, Gonzalo Pérez Jácome, de que la reapertura se haría después del verano.
No solo no ha reabierto, sino que el proceso de licitación ni siquiera ha comenzado. Tras cinco años y medio de un cierre que se ha convertido en una herida abierta para el termalismo público ourensano, la única novedad en la emblemática instalación es la nauseabunda capa de algas y suciedad que cubre sus aguas estancadas desde hace semanas, un reflejo de la parálisis absoluta en su gestión.
Cuatro meses antes
El pasado 12 de junio, el gobierno local presentaba una doble vía para desbloquear la situación en junta de portavoces: si obtenía consenso político para una gestión directa, la reapertura se tramitaría en dos meses; si no, se activaría la externalización, un plan que tardaría, según palabras del propio Concello, “unos 4 meses, aproximadamente”. Se ha incumplido el plan A y se ha pulverizado el plazo del plan B. La realidad es que no se ha avanzado en ninguna de las dos direcciones. Ya entonces, la propuesta fue recibida con desconfianza unánime por parte de la oposición. El PP acusaba al alcalde de un “ejercicio de escapismo” para implicar a los demás en una decisión impopular el cobro de entrada que le competía a él. El PSOE advertía de “improvisación” y se negaba a posicionarse sin documentos técnicos plausibles que avalaran la propuesta y el BNG se abría a tasas para turistas, pero exigía grautidad para residentes.
Ningún avance ha habido. Y este último fiasco es la culminación de dos años de falsas esperanzas y tropiezos. En mayo de 2024, el Concello llenó la piscina tras una reforma de casi 600.000 euros y anunció con optimismo una inminente reapertura estival, en octubre. Sin embargo, la obra, recién recepcionada, presentaba fugas masivas de hasta 200.000 litros diarios, como se anunció en enero de 2025, tras meses de silencio administrativo y tras las denuncias de la oposición.
Parálisis absoluta
No fue hasta la primavera de 2025, en abril, cuando el gobierno admitió que las fugas estaban por fin reparadas, culpó de todo a los técnicos. Ya en junio de 2025, se justificó el retraso en un cambio de rumbo: el modelo de gestión. Lo que era un símbolo de la ciudad pasaría a ser un servicio de pago a un precio de ocho euros, superior al de otras instalaciones más completas. Era la solución que debía poner fin al cierre. Hoy, nada se sabe.
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