Opinión

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Es habitual que los médicos de familia nos dirijamos a los administradores sanitarios y a la ciudadanía a través de nuestras vocalías colegiales y los sindicatos. Sin embargo, la inanición que padece la atención primaria de la salud me obliga otra vez a manifestar mi opinión. Y todavía más cuando la segunda vuelta en la oferta de plazas MIR (Médicos Internos Residentes) ha concluido con 246 plazas de Medicina Familiar y Comunitaria desiertas. Sin embargo, en la primera vuelta, todas se ocuparon en Madrid y en el área sanitaria de A Coruña, por ejemplo.

Finalizado el proceso extraordinario de este año, no se formarán en Galicia 42 médicos de familia: 16 en Lugo y 12 en Ourense. Otras CCAA se enfrentan a un problema similar, como Aragón, Castilla-León y Extremadura. En Soria sólo se han cubierto 3 de las 15 plazas ofertadas. En Calatayud y Barbastro, ningún aspirante para 12 vacantes. 

Esta lucha comenzó hace años. Mucho ha llovido ya desde la Declaración de Alma Ata, el 12 de septiembre de 1978, que expresaba la necesidad de una acción urgente por parte de la comunidad mundial para proteger y promover la salud de todas las personas. Respecto a la atención primaria, se definía como una atención sanitaria esencial, basada en la evidencia científica y en la práctica, con métodos socialmente aceptables, puesta al alcance de los individuos y sus familias, mediante una plena participación y a un costo asumible por la comunidad. Basta asomarse a la ventana para contemplar que el mundo y la sociedad actuales difieren sustancialmente de los de 1978.

¿Recuerdan aquellos antiguos ambulatorios? Colas en la entrada a la hora de su apertura, para coger número, médicos y enfermeros prestando asistencia sin apenas soporte administrativo. Su actividad principal era el papeleo: carpetas e historias clínicas ineficaces, toneladas de recetas escritas a mano, partes de baja diseñados pensando en las empresas y duplicidad de pruebas diagnósticas. La evolución a los actuales centros de salud supuso un notable avance asistencial, estructural y organizativo, aunque tanto la burocracia necesaria (imprescindible) y la inncesaria (prescindible) han seguido en aumento. Asistimos además a una medicalización de la sociedad que satura las consultas y genera listas de espera. Se están jubilando masivamente los médicos baby boomers y no existe recambio generacional. Son minoría los que quieren ser médicos de familia en un centro de salud, y menos aún en las villas y en los pueblos de la España abandonada. Y todos sabemos por qué.

Una compañera juraba amar su profesión y odiar su trabajo. Es largo y penoso el camino para convertirse en médico de familia. Es más fácil ser instagramer. Yo también quiero.

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