LOS COSTES DE LA CRISIS

La crisis conlleva revisar no pocas prácticas y servicios que hasta ahora eran considerados necesarios e insustituibles. Los ideólogos del sistema están ocupados en hacernos comprender que la crisis financiera se puede resolver sólo con políticas económicas adecuadas. Hemos de creer que los mismos que generaron las crisis están en situación de resolverlas. La realidad nos muestra que prescindir de consideraciones morales en las decisiones económicas profundiza más en la crisis hasta hacerla insoluble y generar desigualdades. Conviene no ignorarlo.
Si algo nos ha enseñado la teoría social, cuando no la vida, es que nos podemos meter, incluso con la mejor voluntad, en los peores avisperos. Las comunidades políticas no son sociedades anónimas, no se pueden dejar sin el control de los ciudadanos en manos de burócratas. Pero ¿qué moral hace falta para los ciudadanos y de manera más exigente para los economistas y políticos? Una moral basada en la solidaridad y en el control democrático de la riqueza.

La solidaridad no es compasión, aunque en gran manera la motive algunas de sus manifestaciones. La solidaridad hace realidad el dicho de que nadie es más que nadie, de que todos somos necesarios, de que lo que hoy te sucede a ti, mañana me puede suceder a mí. No es casual que hoy la compasión en algunos medios se sustituya por algo más aséptico llamado 'empatía'. Esta última es una capacidad psicológica que se conforma con saber ponerse en lugar del otro. Esto es insuficiente. La solidaridad nos mueve a compartir incluso lo que necesitamos. Compasión e indignación se transforman ellas mismas en virtudes políticas necesarias, cuando impulsan la búsqueda efectiva de la justicia.

No contribuye a fomentar la solidaridad y la lucha política por la dignidad de las personas un uso individualista abusivo de la riqueza. El individualismo está promocionado en gran parte por las instituciones y por este mismo sistema capitalista, expresión de la competitividad sin reglas democráticas. El mismo mercado obliga a un comportamiento despiadado al que pretende ascender, prohibirá manifestar cualquier necesidad que esté por encima de los bienes que él se encarga de repartir.

Te puede interesar
Más en Cartas al director