ERNESTO SCHRECK, AMIGO ENTRAÑABLE

n n nAl conocer tu partida al Padre, comencé a rebobinar en mi cabeza recuerdos de tu persona, de nuestra amistad.
Lo primero que venía a mí era la acogida que tú, Ernesto, me habías brindado desde siempre, especialmente cuando acusé la ausencia de la persona más querida para mí. Me sentía aliviada al saberme acogida, no solo por ti, sino también por tu mujer, encantadora, por cierto, María Teresa. En este entrañable trato se encontraba también mi hija, que jugaba y correteaba con vuestros hijos, dejándole sentir también su amistad. ¡No sabéis el bien que me hizo sentirme tan acogida y arropada por vuestro cariño! ¡Qué agradable recuerdo la sonrisa con que siempre te dirigías a mi, y aquella mirada serena de sencillez, paz y equilibrio!

Después de un largo tiempo de no vernos, pues la vida da muchas vueltas y cada uno sigue su ritmo, volvimos a tener un nuevo encuentro, pero en una situación bastante diferente. Cada uno de nosotros estábamos viviendo situaciones de dolor, pero en vuestro caso era directo, tú estabas siendo tratado de una dolencia que te acompañó hasta el momento de tu partida; fuiste mejorando y los encuentros eran fortuitos, pero a pesar de todo había algo que se mantenía, tu semblante entrañable y acogedor que denotaba cariño hacia mi y simpatía; sentimientos que yo compartía hacia ti. Esa fue la última imagen tuya.

Tratasteis en todo momento de sacarlo de las situaciones más difíciles que la vida le había llevado a vivir; en esta última no lo podéis acompañar; es Ernesto el que os acompaña, porque ahora es joven, es como un ser de luz, que estará siempre a vuestro lado, pues desaparecieron los obstáculos que pudieran hacer posible el reencuentro.

Viviendo con firmeza esta realidad, pues el amor no se rompe, sino que se intensifica en Dios, sabemos que Ernesto está a nuestro lado, tanto más cerca cuanto más cerca le vivamos a él. Donde hay amor, no hay lugar para el temor. ¡Sentidlo!

Dios te dio esa cualidad extraordinaria, entre otras, que has derrochado; siento que así serás acogido también, entrañable y amorosamente en los brazos del Todopoderoso, Todocariñoso y Todoamoroso Padre.

TE MANTENDRÉ SIEMPRE VIVO EN MI RECUERDO.

Te puede interesar
Más en Cartas al director