RECORDANDO A ROUSSEAU

El pasado 28 de junio se cumplió el tercer centenario del nacimiento de Jean-Jacques Rousseau, mentor del republicanismo moderno y enormemente influyente en la tradición revolucionaria de los últimos siglos.
Filósofo de la Ilustración del XVIII, destacó en numerosos campos menos conocidos de la reflexión moral, en la elaboración artística, e incluso contribuyó en ciertos desarrollos científicos. Fue músico y botánico, también escribió sobre las raíces de la religión en la naturaleza humana. Sus tratados de pedagogía, el Emilio y La nueva Eloísa, aplican a la educación la idea fundamental de su sistema filosófico, según la cual el ser humano es naturalmente bueno y viene a pervertirse en el medio social. Rousseau fue un disidente de la corriente principal de carácter liberal, al defender un modelo social fundado sobre la ciudad soberana, frente al expansionismo imperialista dominante en su época.

El Contrato Social, su obra más conocida sobre filosofía política, propone la democracia participativa como forma más adecuada de la organización política. Cada ciudadano participa en la elaboración de las leyes y las decisiones políticas, de tal modo que al obedecer la ley no se obedece más que a sí mismo; la ley es el resultado del compromiso entre los ciudadanos para vivir en común, fruto del diálogo en la asamblea de hombres libres y soberanos, que ceden su independencia para formar parte del cuerpo social. De ese modo se constituye la voluntad general, como una realidad colectiva con entidad propia. Con esa propuesta teórica inspiró el sector más radical de la revolución francesa, el partido jacobino. Tal vez influido por su amigo David Hume -con el que acabó enemistado-, una parte de su teoría contiene un concepto de libertad instintiva que no es compatible con la naturaleza social del ser humano.

Por otra parte, Rousseau dejó muy claro -y a partir de éste, luego Kant-, que la libertad humana es la libertad civil y consiste en la asunción de los deberes morales. Así que la postulación de una libertad instintiva parece contradictoria con su concepto de libertad; pero en realidad, le sirve para exponer la constatación de una contradicción psicológica, que es fundamental en el ser humano entre el egoísmo y la solidaridad. Por ello, ese pequeño defecto de época, no le resta a la obra de Rousseau el mérito de ser un clásico, reconocido por el pensamiento político moderno, ya para venerarle, o bien para denostarle.

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