saber envejecer

Hay hechos en la vida que acontecen sin que nosotros tengamos arte ni parte.
Pero a pesar de no intervenir en ellos sí podemos decidir como afectan a nuestra vida. Que envejecemos es un hecho que constatamos cada día, en nosotros y en los demás. Lo que depende de nosotros es cómo aceptamos las limitaciones que van llegando. Fundamentalmente tenemos tres opciones. La primera: no aceptarlas y querer vivir como en 'nuestros años mozos'. Con esta actitud fácilmente lo que hacemos es el ridículo. Segunda: Resignarnos a que tiene que ser así, pero convirtiéndolo en un continuo lamento, en un descontento y pesimismo que lleva a la tristeza y, de alguna manera, a amargar la vida a los que nos rodean. Tercera: Aceptarla, y mejor aún amarla, viviendo con alegría y gratitud haber llegado a esta edad y podamos ayudar a los demás.

El sentimiento de humillación debe convertirse en la virtud de la humildad que dará el verdadero valor de la realidad y de mi persona. Una oración a este respecto, firmada por José Laguna Menor, implora a Dios la virtud necesaria:

'Señor, enséñame a envejecer. Convénceme de que no son injustos conmigo los que me quitan la responsabilidad, los que no me piden mi opinión, los que llaman a otro para que ocupe mi puesto. Quítame el orgullo de mi experiencia pasada, quítame el sentimiento de creerme indispensable; que en este gradual despego de las cosas yo solo vea la ley del tiempo, y considere este relevo de los trabajos como manifestación interesante de la vida, que se releva bajo el impulso de tu providencia. Pero ayúdame, Señor, para que todavía sea útil a los demás, contribuyendo con mi optimismo y oración a la alegría y entusiasmo con los que ahora tienen la responsabilidad; viviendo en contacto humilde y sereno con el mundo que cambia, sin lamentarme con el pasado que ya se fue; aceptando mi salida de los campos de la actividad, como acepto con naturalidad la puesta del sol. Finalmente te pido que me perdones si solo a esta hora caigo en la cuenta de cuanto me has amado, y concédeme que mire con mucha gratitud hacia el destino feliz que me tienes preparado y hacia el cual me orientaste en el primer momento de mi vida. Señor, ayúdame a envejecer así'.

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