EL SÍNDROME DE MEDEA

La mitología griega ha ejercido una amplia influencia sobre la cultura, el arte, la literatura y sigue siendo parte del patrimonio y lenguaje cultural occidentales.
Poetas y artistas han hallado inspiración en ella desde las épocas antiguas hasta la actualidad y han descubierto significado y relevancia contemporáneos en los temas mitológicos clásicos. Tal es el punto que determinadas patologías tienen relacionado el nombre con alguna tragedia griega. Medea es el título de una tragedia de Eurípides. Puede servir para referirnos a un hecho tan horrendo como la muerte del hijo ocasionada intencionadamente por su propia madre. Medea, la protagonista, es la esposa de Jasón, una mujer formidable, sabia, fuerte, hábil, luchadora y por ello es amada por unos, pero respetada y temida por otros.

En el monólogo final de la obra podemos leer lo siguiente: 'No temblará mi mano. ¡Ah! ¡No hagas eso, corazón mío! ¡Deja a tus hijos, miserable! ¡Perdónalos! Allá te servirán de alegría, si viven. No, ¡por los vengadores subterráneos del Hades! Jamás dejaré mis hijos a mis enemigos para que los ultrajen. Es absolutamente necesario que mueran. Y puesto que es preciso, los mataré yo, que los he parido. Así está decidido y así se hará '. Digo todo esto porque, como en la obra de Eurípides, todo apunta según van trascendiendo las investigaciones policiales -de ahí las detenciones llevadas a cabo- que la madre sola o con la cooperación de su ex pareja dieron muerte a su propia hija, una niña que habían adoptado en China, convirtiendo de nuevo las proximidades de Santiago en un escenario de horror.

No soy quien para valorar nada ni juzgar a nadie por no disponer de ningún dato salvo los periodísticos; esa función le compete al juez. Lo que si digo es que pocos hechos, si se demuestran ser ciertos, no nos olvidemos de la presunción de inocencia, conmocionan tanto a la opinión pública como que un padre o una madre mate a sus propios hijos. Tenemos muy reciente en la memoria el caso Bretón. Estos filicidios, denominación con la que se conoce a estas atrocidades, parecen acciones contra natura, carentes de sentido y explicación. Pero desgraciadamente ocurren. Qué padre no daría su propia vida por el hijo. He escuchado en diversos programas televisivos a determinados contertulios verter opiniones con una facilidad pasmosa sobre las posibles causas que motivaron este crimen tan execrable.

Dejemos que actúe la justicia que es la que dispondrá de todas las pruebas e informes periciales practicados y que muy presumiblemente serán concluyentes. En este país enseguida emitimos juicios y tomamos partido sin tener pleno conocimiento de los hechos que juzgamos. Es loable emitir opiniones, pero hay que tener siempre presente, que hay otras muchas valoraciones que tendrán mayor fundamento que la nuestra.

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