TOROS, EL VESTIGIO DE LA ESPAÑA MÁS CUTRE Y VIOLENTA

Así, doña Esperanza Aguirre, que su afición a los toros se la inculcó su abuelo. Está bien saberlo teniendo en cuenta que era usted la niña de sus ojos y que probablemente, tan ilustre yayo, condecorado por Francisco Franco con la Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica, le dejó además de su pasión por la tauromaquia las filias políticas que con tanta desenvoltura demuestra.
Su pregón en la apertura de la feria taurina de Málaga ha tenido de todo: toros agresivos que viven casi tan bien como usted, toreros con un par de revalorizaciones de cuidado (como las tierras de la familia de su marido gracias al AVE) y cómo no: antitaurinos malos, de los que en el colmo de la ironía y del gracejo usted afirma 'que han prestado un servicio muy grande a la Fiesta'. Sí, seguro, sobre todo en Cataluña, o en todos los municipios (alguno de ellos en Madrid), que poco a poco van prohibiendo este vestigio de la España más cutre y violenta, la de nuestros abuelos. Bueno, la del suyo más que del mío, que a Don José Luis Aguirre le concedieron el máximo reconocimiento y al mío cárcel por defender la República.

Las siguientes frases son suyas durante ese alegato a favor de la tortura: 'Creo que la clave de la emoción del toreo está en que todo lo que ocurre en la arena es verdad. Allí no hay no hay impostura, allí no hay trampa ni cartón'. Tiene razón señora presidenta de la Comunidad que ha declarado las corridas de toros Bien de Interés Cultural: todo es verdad. Incluido el sufrimiento del toro y sus heridas. No hay trampa ni cartón en todo eso. Lo curioso 'y trágico' es que a usted, con responsabilidades de gobierno, esas realidades le parezcan dignas y necesarias.

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