Tras los pasos de Rosendo

photo_camera Un momento de la visita teatralizada con Rosendo en la huerta del monasterio, al fondo, San Miguel.

Conocer el legado de San Rosendo,de la mano de sus protagonistas y a la luz de las velas, fue la propuesta turística con la que el taller de empleo se quiso despedir de Celanova.

Un centenar de privilegiados celanoveses tuvieron ayer la oportunidad de trasladarse al siglo X y, de la mano de un joven Rosendo, su hermano Froila, Ilduara y los diferentes frailes que han cohabitado durante décadas en el Monasterio, conocer la historia, los secretos y curiosidades que caracterizan el magnífico edificio que preside la plaza Maior.

Los alumnos de la segunda edición del taller de empleo que comparten Bande, Celanova y Verea, "San Rosendo. Segue o Camiño…", quisieron despedirse de la villa a lo grande y organizaron una visita nocturna teatralizada en una iniciativa novedosa y pionera que, dado el éxito de su primera edición, el Concello prevé modelar e incorporar a la oferta turística local.

Ataviados con túnicas oscuras y candil en mano, los guías-guardianes marcaron los primeros pasos por el antiguo claustro procesional donde resonaban cánticos gregorianos. En la antigua huerta del noviciado comenzaron las representaciones donde, caracterizados por personajes de la época, los alumnos recrearon algunos de los momentos más importantes de la historia del templo, desde la leyenda de la piedra arrojada por Rosendo desde el Monte da Neve que marcó el lugar de construcción del propio monacato, hasta las peculiaridades arquitectónicas de la capilla de San Miguel, de estilo mozárabe y protagonista del espectaculares equinoccios en primavera y otoño.

Ruta gastronómica

Siguieron dos monjes con el relato, recorriendo las distintas dependencias monacales. Desde la cocina y el salón refectorio que antaño albergaban las austeras comidas de los hermanos hasta la escalera abacial, en donde se conserva la única pared en pie del viejo monasterio romano y, en el suelo, los planos que guiaron a los constructores para la edificación de la pétrea escalera. "É unha manera diferentes de coñocer o Mosteiro", coincidía los participantes, muchos de los cuales calificaban la experiencia como una clase de historia, amena divertida y reveladora.

El sonido del órgano. Contundente, majestuoso, vibrante, a manos de la extraordinaria organista Marisol Mendive, guió los pasos por el Coro Alto y, de vuelta a la iglesia monacal, fue un caracterizado Curros Enríquez quien despertó a los asistentes de su viaje en el tiempo. Con su poética voz los animó a salir a la plaza Maior y disfrutar de la villa, de su patrimonio y gastronomía. Sugerencia, esta última, que tomaron al vuelo los participantes con la oferta de pinchos preparada para la ocasión por 21 establecimientos de la villa.

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