ENTREVISTA

Ana Guede: "Me dije que no volvería jamás al Maratón de la Arenas y mira..."

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photo_camera Ana Guede, durante uno de sus entrenamientos.

Los pacientes que no la conozcan no sabrán que, en cuestión días, dejará su consulta médica y se aventurará por el desierto marroquí para correr una prueba de resistencia. Ana Guede Blanco cuenta las horas para enfrentarse al Maratón de las Arenas (Marathon des Sables).

Por delante, 240 kilómetros, divididos en 6 etapas y donde cada deportista tiene que cargar con su equipaje (el mínimo imprescindible). Ana Guede tiene una ventaja: No es su primera vez. Esta ourensana ya participó en las ediciones de 2007 y 2012. Sabe de lo que habla. Son palabras de la única atleta gallega que se ha enfrentado a las dunas de esta competición en sus 32 años de historia. Viaja con tres compañeros del equipo Universidade de Vigo.

El jueves, rumbo a Marruecos. ¿Todo preparado para la aventura?

Organizando los últimos detalles. Preparando la mochila y todo el material necesario. Con muchas ganas de empezar.

¿Más ganas que la primera vez que participó?

Es curioso. Este año tengo muchas ganas. La primera vez, en el año 2007, sentía mucha más incertidumbre y nervios. Ahora vamos en grupo, con la Universidad de Vigo, y ya conoces a que te enfrentas. Y eso que la última vez que fui, en 2012, me dije que no volvería nunca más al Maratón de las Arenas. Tuve que lidiar con ampollas, heridas... pensé en retirarme. Pero con el paso del tiempo se olvida todo lo que sufres y ahora voy con mucha ilusión. 

¿Los pies son el principal enemigo o la cabeza es la clave para aguantar el esfuerzo?

La gente que abandona lo hace por cosas serias. Todos sufrimos problemas en los pies, te toca ir cojeando, hasta que vas cogiendo ritmo. Bueno, menos mi compañero Willy García-Calvo (bromea). Pero la cabeza es la clave. Es lo que te permite seguir adelante. A mí me ocurrió. Estaba mal, pero pensé en seguir una etapa más. Y así, logré terminar. Participo con la idea de disfrutar de la experiencia. Si después puedes terminar en un buen puesto, mejor. Pero no es mi objetivo principal.

La prueba les da libertad para que lleven el material que consideren oportuno.

Así es. Hay que ajustar mucho porque después tenemos que cargar con todo. Comida, no demasiada ropa y sobre todo abundancia de geles, glucosa y barritas energéticas.  La organización nos obliga a llevar 2.000 calorías diarias. También llevamos un hornillo para, al menos en las cenas, poder meter comida caliente al cuerpo. Y hay que reconocer que llevamos jamón envasado al vacío (risas). En mi caso, empiezo con 10 kilos de peso en la mochila. Y mi peso corporal es de 52 kilos. Noto que voy más lento hasta que suelto "lastre".

Durante las etapas, ¿les da tiempo a visitar pueblos o a cruzar aldeas y tratar con la población local?

No, no. El Maratón de las Arenas transcurre por el desierto más puro. Una vez, en el 2012, sí que vimos gente durante la primera etapa, y también pasamos por un pueblo precioso, pero abandonado. Por lo demás, vas tú sola con el resto de participantes, que este año son 1.240. Hace cinco años eran unos 800. La prueba continua creciendo.

Parece el mejor lugar para pensar.

Lo es. Durante la competición tienes una sensación total de aislamiento. Te da tiempo a pensar en todo durante tanto tiempo. Lo primero, ¿qué estoy haciendo aquí?. Es el mejor ejercicio espiritual que se puede tener. 

¿Sentís que la organización está pendiente de los deportistas?

Totalmente. Los ves siempre. Es un evento organizado a gran escala, con puestos de avituallamiento, equipo médico o dos helicópteros pendientes de todo. 

¿Cómo se prepara uno para una aventura durante las semanas previas a la competición?

Bajas la intensidad del entrenamiento. Esta vez he tenido mala suerte. Hace tres semanas cogí un catarro muy fuerte y estuve quince días sin poder hacer nada. Sin salir a correr. Ahora, más suave. Corro sin mochila y una hora, cuando normalmente hacía sesiones de dos horas. 

Y llega el final...

La ducha después de llegar al hotel es la sensación más maravillosa del mundo. Y la primera cena. Volver a masticar, y no consumir esos productos deportivos tan dulces. Sin olvidar las curas. Llegas con los pies hinchados. Tanto que da miedo quitarte las zapatillas. Pero merece la pena la aventura.

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