CONTRACRÓNICA

El réquiem del triunfo

OURENSE. 14/01/2018 O Barco, Calabagueiros. Encuentro futbol tercera division CD O Barco - CD Arenteiro Foto: Miguel Angel
photo_camera Javi Rey, del CD Barco, y Manel Vázquez, del CD Arenteiro, se saludan antes de empezar el partido.

Los cánticos, el descontento momentáneo y los aplausos fueron la otra cara del derbi  

La cerveza se paseaba por la grada de Calabagueiros cada vez con un modelo diferente. A veces mojaba la barba y otras dejaba el regusto de la espuma en los labios, pero el néctar aviva las voces de los Ultra Sil. No calentaron y empezaron roncos. Rápidamente, se pusieron en tono para desatarse: "Iván Argos, Argos, Argos, lololo...". No fue un gol, fue más que eso. Golazo se queda corto y obra de arte demasiado. Algo intermedio. 

Sentado, con el culo y los pies fríos, el café calentaba las manos al inicio del partido. Otros preferían la cerveza. En un momento de asueto en el césped, la vista se giraba para los lados. El café, caliente, brillaba por su ausencia. Los guiris eran ellos, los del café. En cambio, la cerveza era la verdadera solución. La mejor forma de calentar el cuerpo. Daba igual, el tamaño. El del vaso. Porque hay tallas. Para los ultras es XL, para los mortales una M. Cuestión de vida, como todo.


Y cuando el Barco no encontraba su rumbo, cuando el Arenteiro mejor defendía haciendo dudar a los barquenses, los murmullos, el runrún y las quejas aparecieron


Todavía no asomaba el descanso y desde el bar cambiaron el primer barril. Con el pitido del árbitro, la invasión (había encargos) en el bar es costumbre. Los más listos y raudos llevan el control del cronómetro para arrancar cinco segundos antes. La rapidez es esencial. Como lo es la previsión. Por ello, mientras un testigo esperaba obligado el turno, un aficionado barquense apoyaba un vaso lleno en un cubo de basura mientras explicaba cómo era el método para pedir. Tenía dos cervezas. La cola era grande. 

Los Ultra Sil en la grada de Calabagueiros en el derbi.

Tras el descanso, llegó la penitencia barquense. El Arenteiro remó más fuerte. Brais Vidal empujó con criterio, con más cordura. Más organizativo y sencillo. Siempre con las ideas claras en la mente y la elocuente respuesta de sus pases. Siempre ayudando a los suyos, nunca agobiando. Y ahí, apretaron los Ultra Sil animando a su equipo. Tuvieron ritmos para Rubén Arce, melodías para el "CD Barco" y en los cambios siempre recitaban el nombre con fervor. Agradecidos, aplaudían. Pero claro, cada uno con sus acordes. Ahí radica el encanto de la vida ultra.

En la originalidad de sus intervenciones, de sus propias canciones. No todos son ultras. Y cuando el Barco no encontraba su rumbo, cuando el Arenteiro mejor defendía haciendo dudar a los barquenses, los murmullos, el runrún y las quejas aparecieron. Si Ñiles daba un mal pase "¡Pero bueno!", si David Álvarez hacía un desplazamiento demasiado corto "¡Eh! ¡Eh! ", si Isi intentaba regatear "Pero que carallo  fas!". 

Veinte minutos desacertados del Barco sirvieron para escuchar el réquiem futbolístico. Veinte minutos donde la afición "aconsejaba" al entrenador los cambios, donde el presente difundía el éxito pasado. Veinte minutos donde la sangre hervía a punto de ebullición. Con el gol de Ivi Vales, se olvidó todo. Nada de quejas, todos contentos. Porque nada importa más en el fútbol que el aquí y el ahora. Todo es efímero desde la grada. El éxito y el fracaso.

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