ECONOMÍA

Tiempos duros pero también de esperanza

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photo_camera Edificio del Banco Central Europeo (BCE) en Frankfort (Alemania)

No viene un año fácil para la economía española pero también llega la oportunidad de hacer las cosas de otra forma, en parte con ayuda europea. ¿Sabrá gestionar bien la nueva centralidad política?

España ha sobrevivido estos últimos meses gracias a sus esfuerzos pero, sobre todo, por los llamados vientos de cola: léase petróleo a precios mucho más bajos de lo habitual, políticas expansivas del Banco Central Europeo (BCE), etcétera. Como ese modelo exterior no durará para siempre, habrá que ver cómo cambia –se intuyen cosas buenas y malas en el horizonte–, pero sobre todo habrá que hacer deberes en casa.

Los problemas graves siguen siendo los mismos: escasa actividad económica para diluir tanto paro, precariedad salarial excesiva para contener la pobreza y la desigualdad, endeudamiento público y privado fuera de lo normal e insuficientes ingresos públicos, tanto para corregir el déficit como para financiar las pensiones. En síntesis, este es el cuadro macroeconómico que tendrá que gestionar el nuevo Gobierno de Mariano Rajoy.

No será fácil, por no decir imposible, hacer todos esos deberes sin ayuda externa. Por dos razones. La primera, muy elemental, porque España no tiene recursos suficientes para poder financiarse, de modo que sigue dependiendo de las compras del BCE y de los fondos de inversión -léase los famosos mercados–, y la segunda, más esperanzadora, porque España debe ponerse al lado de Francia e Italia para sacar adelante un plan europeo de inversión pública, a ser posible con eurobonos. Cuanto más grande sea, mejor para España, que así logrará una mayor parte de ese posible pastel.

De la dependencia financiera del exterior puede darnos una idea el volumen de emisiones del Tesoro previstas para 2018: unos 300.000 millones de euros de bonos, que alguien deberá comprar. Como España no tiene capacidad para renovar o cubrir toda esa deuda, dependerá de las compras del BCE, que seguramente tenderán a la baja, lo que obligará a encontrar más inversores privados o fondos soberanos. No son, pues, buenos momentos para transmitir inestabilidad, ya que eso haría subir la prima de riesgo.

Es fundamental que los escasos recursos del país y los que vengan de Europa se inviertan bien, en aras del crecimiento y, en definitiva, de la economía productiva, única manera de crear empleo estable y de calidad. No debería haber lugar, pues, para la corrupción ni para la economía especulativa. Tampoco para el clientelismo, tan arraigado en las administraciones públicas españolas. Del mismo modo, sigue siendo clave la lucha contra la economía sumergida, que en España duplica con creces los niveles de dinero B tolerados en otros países europeos.

Un escenario ideal podría incluir una política de crecimiento, basada en la capacidad de inversión interna y en el plan europeo que está por cerrarse. Si se hacen bien las cosas, por esa vía sería posible crear empleo y reducir la tasa de paro, con las consecuentes repercusiones en el gasto, con menos necesidad de coberturas, y en los ingresos, con más cotizantes, tanto para Hacienda como para la Seguridad Social. Un modelo así sería más sostenible si se enfoca hacia las exportaciones, lo cual exige ser competitivos, con la ventaja añadida de reducir la dependencia de la financiación externa.

¿Es posible compartir esta política económica entre las principales fuerzas políticas? Si la nueva centralidad incluye al PP, PSOE, Ciudadanos, PNV y demócratas catalanes no debería ser difícil. Otra cosa es que se hagan las cosas bien, después de los desmanes del pasado reciente.

@J_L_Gomez

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