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El modelo urbano de la smart city

Se trata pues de una ciudad que actúa con ecointeligencia y aprovecha toda las potencialidades que aportan las tecnologías actuales y las que están actualmente en desarrollo.

El siglo XXI está llamado a ser el siglo de las ciudades hasta el punto que, según la ONU,  en  2050 en torno al 70% de la población mundial vivirá en entornos urbanos y muchas ciudades contarán con más de 10 millones de habitantes.

Lo cierto es que las ciudades tienen un gran impacto en el desarrollo económico y social de los países: se trata de verdaderas plataformas de actividad y grandes centros de consumo de recursos. No en vano, en la actualidad, las ciudades consumen cerca del 75% de los recursos y de la energía mundial y generan en torno al 80% de los gases responsables del efecto invernadero, ocupando apenas el 2% del territorio mundial.

Pero las ciudades modernas, basadas en infraestructuras eficientes y duraderas de agua, electricidad, telecomunicaciones, gas, transportes, servicios de educación, urgencia y seguridad, equipamientos públicos, edificaciones inteligentes de oficinas y de residencias, etc., deben orientarse a mejorar el confort de los ciudadanos, siendo cada vez más eficaces y ofertando nuevos servicios de calidad, a la vez que se respetan al máximo los aspectos ambientales y el uso prudente de los recursos naturales no renovables.

La creciente concentración de la población, el aumento de los niveles de consumo, unas mayores necesidades de movilidad o el incremento de la demanda en seguridad ciudadana y de participación en las decisiones son algunos de los nuevos retos.

Ante este escenario donde el entorno urbano requiere una demanda creciente de eficiencia, desarrollo sostenible y gestión de los recursos, resulta inevitable plantearse una evolución en los modelos de gestión de las ciudades, en los que se aplique una visión integral e innovadora desde todas las perspectivas y áreas involucradas.

Las ciudades evolucionarán hacia un modelo de gestión de mayor calidad y eficiencia que permita:

1) Consolidar el crecimiento de la ciudad y permitir una evolución flexible y ordenada.

2) Proporcionar servicios de mejor calidad, de manera más eficiente y a un menor coste,

3) Obtener una visión integrada de todos los ámbitos de la ciudad de tal manera que se alcancen sinergias y se logren ahorros operativos.

En este marco surge el concepto de ciudades inteligentes o Smart Cities, que son aquéllas que aprovechan todo el potencial de los avances tecnológicos para ser más eficientes, proveer nuevos servicios, reducir su huella ambiental, estimular la innovación local y avanzar hacia nuevas formas de gobierno.

La ciudad inteligente -a veces también llamada ciudad eficiente- se refiere a un tipo de desarrollo urbano basado en la sostenibilidad que es capaz de responder adecuadamente a las necesidades básicas de instituciones, empresas y de los propios habitantes, tanto en el plano económico, como en los aspectos operativos, sociales y ambientales. Una ciudad o complejo urbano podrá ser calificado de inteligente en la medida que las inversiones que se realicen en capital humano (educación permanente, enseñanza inicial, enseñanza media y superior, educación de adultos…), en aspectos sociales, en infraestructuras de energía (electricidad, gas),  tecnologías de comunicación (electrónica, Internet) e infraestructuras de transporte, contemplen y promuevan una calidad de vida elevada, un desarrollo económico-ambiental durable y sostenible, una gobernanza participativa, una gestión prudente y reflexiva de los recursos naturales, y un buen aprovechamiento del tiempo de los ciudadanos.

Se trata pues de una ciudad que actúa con ecointeligencia y aprovecha toda las potencialidades que aportan las tecnologías actuales y las que están actualmente en desarrollo, para construir modelos urbanos que respondan de forma sostenible a los grandes retos de transformación económica, cultural y social que tenemos ante nosotros.

Y todo eso para incrementar su competitividad en la atracción de talento, capacidad de innovación y crecimiento económico sostenible.

En la práctica, la Smart City es una ciudad comprometida con su entorno, tanto en el ámbito medioambiental como en lo relativo a los elementos culturales e históricos, con elementos arquitectónicos de vanguardia, y donde las infraestructuras están dotadas de las soluciones tecnológicas avanzadas para facilitar la interacción del ciudadano con los elementos urbanos, haciendo su vida más fácil.

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