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La necesidad de tener cultura económica

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photo_camera La necesidad de tener cultura económica.

En nuestro país tenemos un déficit de conocimientos en materia económico-financiera y fiscal, que hasta el momento no se ha conseguido superar

La crisis económica que todavía nos azota ha puesto sobre la mesa una realidad que pocos parecían constatar: la falta de cultura económica en España. En nuestro país tenemos un déficit de conocimientos en materia económico-financiera y fiscal, que hasta el momento no se ha conseguido superar. La economía no solo es cosa de los economistas, sino que debe ser algo presente en todos los hogares y entenderse como algo connatural con el individuo. El homo economicus no debe ser una rara avis.


Toda la población debería disponer de conocimientos económicos básicos para comprender muchos de los aspectos que le afectan en la vida cotidiana. Cualquier familia debe ser capaz de gestionar su presupuesto de ingresos y de gastos. Cada vez es más necesario contar con una cultura financiera, que permita diferenciar, por ejemplo, entre un plan de pensiones y un seguro de vida, con todas las implicaciones financiero-fiscales que esto supone. Hay que saber de economía laboral, tener nociones fundamentales sobre salarios y tipos de contratos. Es preciso comprender cómo gestionan los responsables políticos los fondos públicos, ya que de esta forma se entenderá para que sirven los impuestos y mejorará la moral fiscal de los ciudadanos.


Este “mundo ideal” choca con la realidad que se observa. Nadie discute la importancia de tener cultura económica, pero las carencias en materia económica en España son claras. Estas deficiencias pueden provocar fuertes incertidumbres en la toma de decisiones y, en el caso más extremo, una clara indefensión por la escasez de conocimientos económicos cuando, por ejemplo, se contrata ciertos productos financieros. Algunos casos serían las participaciones preferentes, obligaciones subordinadas, mercado de opciones y futuros o hipotecas con cláusulas suelo, etc. La lista sería mucho más amplia.


 Por otra parte, la economía cada vez más utiliza un lenguaje más técnico, que a los profanos le cuesta, y no sin razón, entender. Se habla de la tasa anual efectiva de un préstamo o un depósito, del crecimiento del Producto Interior Bruto, de la evolución del índice de precios al consumo, de los problemas que supone la deflación, la necesidad de contener el déficit y de la conveniencia de frenar la deuda pública, del comportamiento del tipo de cambio, de la presión fiscal, la desigualdad de la renta, etc.


La crisis económica ha obligado a tener cierto bagaje en materia económica para entender la realidad que nos rodea, cuestión que no solo afecta a los adultos. Nuestros hijos están siendo la primera generación en la historia de España donde conceptos como expediente de regulación de empleo, recortes presupuestarios, prima de riesgo o pobreza familiar ya se encuentran en su vocabulario.
Esta demanda de tener conocimientos económicos no es nueva. El Consejo General de Colegios de Economistas de España, la Asociación de Economía de la Educación y la Confederación Española de Decanos de Economía y Empresa, entre otras instituciones a nivel nacional ha señalado, en numerosas ocasiones, estas deficiencias. Esta petición es compartida también por el Banco de España y la Comisión Nacional del Mercado de Valores. La situación en España también ha sido objeto de análisis (y críticas) por la OCDE, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, que señalan un fuerte analfabetismo económico en nuestro país.


La UE viene promoviendo el desarrollo de la cultura económica en general y del emprendimiento en particular, como factor clave para la competitividad, destacando la importancia de impulsar una cultura europea del emprendimiento. También se subraya esta necesidad en la “Estrategia Europa 2020”.
En España llevamos mucho retraso en este tipo de actuaciones. En enseñanza secundaria, la mitad de los países de la UE incorporan al emprendimiento como asignatura obligatoria. En nuestro país, hubo que esperar a 2013 para disponer de la primera actuación específica de apoyo a los emprendedores y su internacionalización.


Sin embargo, esta medida se ha demostrado claramente insuficiente, ya que de nuevo, se habla mucho del apoyo al emprendedor, de la necesidad de fomentar la actividad emprendedora, pero el compromiso público es más bien escaso. Por el contrario, a nivel europeo, el espíritu emprendedor es una competencia básica, por lo que la mayoría de los países garantizan conocimientos económicos básicos desde  la enseñanza obligatoria.
Periódicamente la OCDE elabora el informe PISA, que persigue evaluar las competencias alcanzadas por los alumnos a los 15 años, con el objetivo de conocer el estado de la cuestión y ayudar en la toma de decisiones en el sistema educativo. En 2005 la OCDE aprobó una recomendación para que la educación financiera alcanzase a toda la población y, posteriormente, se elaboró un documento justificativo de la inclusión de la educación financiera para el PISA 2012.


Los resultados del PISA 2012 para España indicaban que uno de cada seis alumnos no alcanzaba el nivel básico de rendimiento en competencia financiera. Además, se obtuvo que estos alumnos eran incapaces de tomar decisiones sencillas sobre gasto cotidiano o reconocer para qué sirve una factura. Solo el 4% de los alumnos evaluados en España se encontraría en el nivel más alto de formación económica-financiera, frente a la media del 10% de la OCDE.


Por lo tanto, si se quiere que la población tenga un mínimo de cultura económica es preciso actuar en las primeras etapas educativas. Es por lo tanto, imprescindible que se alcance una mínima competencia en educación económico-financiera en educación secundaria, para luego una vez que se conviertan en adultos, sepan administrar su economía. De no actuar así, las consecuencias en España son de sobra conocidas. Hay que aprender de los errores.

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