CON PRIMA DE RIESGO

Una reflexión sobre la competencia y el desempeño profesional en el trabajo

La competitividad pasa necesariamente por mejorar los estándares de la profesionalidad 

Este país está lleno de contrastes, hace unos años a cierto presidente de Alemania le sorprendía  cuando le contaban que en España un obrero de la construcción (rompiéndose la espalda eso sí) podía ganar al mes más que un catedrático de Universidad. Su respuesta (preocupado)  es que no nos auguraba demasiado futuro si pagamos menos a quien debe desarrollar el futuro intelectual de un país. Por desgracia ese antiguo presidente acertó en sus augurios.  

La verdad que es somos un país peculiar ya que para la misma obra, para el mismo caso jurídico o para la misma tarea de ingeniería o de arquitectura, las diferencias pueden ser muy elevadas en honorarios y presupuestos.  A ello debemos sumar las posteriores mejoras que se provocan con  la aparición de nuevas incidencias o averías no identificadas. Por tanto surge la duda de a quién elegir. Y sobre todo surge la duda de a quién creer. 

No me malentiendan, considero que los buenos profesionales son mayoría pero el problema está en ciertos “listos” que se aprovechan de una sociedad especializada que hace que no  sepamos de todo o incluso que no sepamos de nada y como resultado nos pueden engañar a su gusto. 

Un profesional que sea más económico que otro no tiene por qué ser más malo, o que vaya a desempeñar peor la tarea, pero sí que no se puede pagar un utilitario a precio de Ferrari. Ya que esto genera un coste a las familias pero también un sobrecoste a la sociedad, y no es que vayamos sobrados de PIB familiar (si me permiten bautizarlo así)  a  pesar de los mensajes del Banco de España. 

Todos sabemos que la calidad se debe pagar pero quizá no estemos en capacidad de conocer que es la calidad y saber distinguirla. 

Desde aquí exijo la creación, si no está creada ya, de la red social de comentarios sobre profesionales, donde los consumidores podamos subir a los “altares” a los buenos profesionales y  “crucificar” aquellos que están lejos de serlo.  Eso sí, con criterio objetivo, que ya sabemos que en este país somos propensos a la crítica por la crítica.

LAS DIFERENCIAS

Si me permiten me gustaría definir al buen profesional, como aquel que muestre una actitud y aptitud (licencia literaria) adecuada. Aptitud de apto, es decir ser capaz de demostrar que tiene conocimientos para hacer el trabajo encargado y actitud para realizarlo de forma adecuada y oportuna.

Líbrenos dios del mal profesional, ya que según la profesión nos puede llegar a complicar la vida, a romper proyectos de futuro o simplemente a motivarnos un cabreo temporal.

La mala situación económica pasada no puede ser una excusa para un mal profesional o para hacer mal un trabajo. Tampoco puede ser una excusa la dura vida del autónomo ya que con un mal trabajo deja en evidencia a todos los integrantes del gremio. 

¿Por qué esta exigencia? Por la necesidad de este país de ser capaz de ser verdaderamente competitivo y ser verdaderamente productivo. Pero serlo por hora de trabajo y por la generación de productos y servicios que contengan verdadero valor añadido y no por “apaños” matemáticos de reducciones de costes de la mano de obra sin ser capaces de poner en valor nuevos sectores capaces de generar riqueza. Y una riqueza de verdad, de la de sueldos de 60.000 euros al año para todo profesional modernamente formado. Si estos sueldos existen para el común de los mortales, y  si no me creen, revisen las ofertas de empleo de Suiza, Noruega, Dinamarca, etc. En internet esta todo. 

MERITOCRACIA

Además, esa nueva productividad debe ser fruto del esfuerzo de todos, pero a la vez de desarrollo equitativo, es decir quien es mejor, quien aporta más y quien tiene talento, debe ser también el que mejor retorno perciba desde el punto de vista económico. No por premiarlo si no porque ese perfil es el que es capaz de crear riqueza en el país dirigiendo empresas, equipos de trabajo, bancos o por que no países. 

Es decir ¡arriba!  La meritocracia para la mejora de los resultados globales de España. Y abajo los corporativos protectores de los mediocres profesionales y abajo las decisiones personalistas e individuales. No se equivoquen, no me he vuelto comunista, solo “utilitarista” ya que en aquellos países donde el profesional lo es después de años de formación  y experiencia y donde se respetan los currículos por su veracidad y capacidad reflejada, son aquellos países donde la riqueza es mayor y está más repartida.  Aquellos países donde los mejores alcanzan los puestos de dirección son los que consiguen mejores niveles de vida. Reflexionen y sean mejores profesionales.

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