Carlos Soria: “Sin poder moverme, me muero”

Carlos Soria (i) y Manuel Leyes (c), en la conferencia que presentó Alfonso Böck (d).
photo_camera Carlos Soria (i) y Manuel Leyes (c), en la conferencia que presentó Alfonso Böck (d).
El alpinista Carlos Soria, junto al doctor Manuel Leyes, explicó  la necesaria relación entre el deporte y la ciencia para continuar superando límites

A Carlos Soria (Ávila, 1939) es difícil verlo al nivel del mar. Esta leyenda del alpinismo por logros y longevidad, ni está retirado ni lo estará. En parte por talento y esfuerzo, en parte por la medicina. De eso sabe mucho Manuel Leyes (Ourense, 1967). Por las manos del prestigioso traumatólogo ourensano han pasado infinidad de deportistas, que han visto mejorada y prolongada su carrera. Incluido el propio Soria y su rodilla. Y no son solo paciente y doctor, también son amigos y protagonistas del Foro La Región celebrado ayer en el Centro Cultural Marcos Valcárcel titulado “Deporte y ciencia para llegar a lo más alto”. Una conferencia de dos mundos obligados a trabajar de la mano, que se hizo esperar unos meses para que el abulense se recuperara de una lesión, y que estuvo presentada por Alfonso Böck, presidente de Asesou.

La vida de Soria ha sido siempre cuesta arriba. En lo metafórico y en lo literal. Un alpinista hecho así mismo, que empezó a escalar de adolescente y poco a poco fue superando retos, con unos medios que nada tienen que ver con los actuales. “Estuve en 1973 en la primera expedición española a un 8.000. Y conseguí coronar mi primer ochomil, que fue el Nanga Parbat, en 1990. Tengo el privilegio de haber estado en la cumbre del Everest solo y eso es una experiencia única. Uno, en la cumbre, siente unas ganas locas de bajar, pero cerca de lo más alto, de esos metros anteriores cuando empieza amanecer, te queda un recuerdo imborrable”.

Tiene historias para no parar de escribir libros. Ha hecho cumbre en 12 de los 14 ochomiles. Y ha conseguido hacerlo en 11 de ellos con más de 60 años, un caso único en el mundo. Y eso que la rodilla se lo puso difícil. Fue ahí, en el 2018, cuando su caminó se cruzó con el de Manuel Leyes, el encargado de colocarle una prótesis para que siguiese disfrutando de su pasión al máximo nivel. Hay que sufrir un poco en la vida. Quiero vivir unos cuantos años más y a ver si Manuel me pone una prótesis mejor para continuar escalando”, bromea Soria. Bromea, a medias.

“Carlos es muy importante para mí, he aprendido muchas cosas de él. Llevo tratando a deportistas desde hace décadas, pero Carlos es distinto. Es el deportista al que más admiro. Me aparece, a sus 80 años, con dolor en una rodilla que se le hinchaba. No funcionaban las infiltraciones y era algo muy limitante solo para andar por ciudad, imagina para subir montañas”, destaca el ourensano Leyes. 

Hubo dudas ante la falta de precedentes a una dolencia así, en un hombre de esa edad y con el único objetivo de seguir yendo a los techos del mundo.Y menos de un año después, ascendió el Pico Lenin (7.134 metros). En esos meses, trabajo y una rehabilitación que puso de los nervios al doctor. “Hacía ejercicios impensables”, recuerda el traumatólogo. “Es que sin poder moverme, me muero”, responde el alpinista.

Vínculo irrompible

A partir de ahí, amistad, expediciones juntos y otro quirófano clave para entender la figura de Soria. En mayo de 2023 un sherpa le cayó encima cuando buscaba su ochomil número 13, el Dhaulagiri. El resultado, la fractura de su pierna derecha y un rescate de película. “Me salvaron la vida. Especialmente dos polacos que ya habían bajado de la montaña y tenían el billete para volver a su casa. Regresaron a ayudar y a llevarme al lugar donde estaba el helicóptero”.

Soria solo pensaba en Leyes para esa intervención. Se hizo y dio la lata. “El hueso lo tiene como un ciclista de 30 años, pero la piel es la propia de su edad”, señala Leyes detectando el problema.

Ahora Soria cura esa herida mientras piensa en próximos retos. No para. Ni la cabeza, ni las piernas. A Leyes ya se lo ha llevado de expedición. “Ha subido hasta 5.800 metros, cuidado eh”, enfatiza el alpinista. “Ir con él  por el Himalaya es como ir con Messi por Barcelona”, replica Leyes.

A Soria aún le queda cuerda para rato. Sin renunciar a nada, pero sin obsesionarse con castillos en el aire. “No voy a hacer tonterías. Nunca. Haré lo que pueda hacer. Si no puedo realizar ascensiones a grandes montañas, subiré a la dehesa de mi pueblo”. Ahí estará la medicina, empujando, de la mano del alpinista.

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