FORO LA REGIÓN

Carlos Soria: "En el Dhaulagiri tuve el día más duro de mi vida"

Carlos Soria, en la subida a la cumbre del Dhaulagiri.
photo_camera Carlos Soria, en la subida a la cumbre del Dhaulagiri.
El alpinista Carlos Soria y el médico Manuel Leyes hablarán hoy en el Foro La Región de la relación entre deporte y ciencia

Leyenda viva del montañismo. Su historia llama la atención por lo inverosímil de la misma. Carlos Soria ha conseguido hacer cumbre en 12 de los 14 ochomiles, conquistando diez de ellos después de los 60 años. Hoy en día con 85 todavía se recupera de un aparatoso accidente en las nevadas laderas del Dhaulagiri. Aquel 17 de mayo, a 7.700 metros y a punto de coronar su decimotercer ochomil, un sherpa le arrastró con la cuerda, Carlos saltó por los aires y se fracturó tibia y peroné. “Fue el día más duro de mi vida, sin duda. Llegué al umbral del sufrimiento”, cuenta el veterano alpinista.

En aquel momento, al pie de la montaña, lo esperaba el médico ourensano, Manuel Leyes, quien también lo acompañará hoy en el Foro La Región. Por las manos de Leyes han pasado en los últimos meses futbolistas profesionales como Courtois, Militao, Arda Güler y Yeremy Pino y otros deportistas como el doble ganador del Tour, Alberto Contador, pero con Carlos siempre le ha unido una amistad especial fruto de la admiración mutua. El traumatólogo fue quien le operó la pierna tras el accidente y le instauró una prótesis en la rodilla. Ahora toca volver a empezar. “La tengo bastante superada, pero aún me queda mucho trabajo por delante”, afirma Soria.

Según cuenta, no tiene una fórmula mágica para mantenerse ese nivel físico con el que consiguió todo sus hitos: “Entreno mucho, como bien, me cuido y trabajo mucho mi cuerpo desde niño. Pero no hay ningún secreto. Yo cumplo años como todo el mundo”. Un entrenamiento que ni siquiera abandonó cuando estaba en cama sin poder moverse por su lesión. “Pedí permiso a los traumatólogos y me puse unas anillas en la cama. De esta manera ejercitaba los brazos, ya que la pierna no podía ni moverla”.

A lo largo de su trayectoria hay varias subidas que recuerda con especial cariño. Algunas por su dificultad, como es el caso del K2: “Es una de las montañas más difíciles de subir, pero la verdad que lo hicimos muy bien. Fui solo con un sherpa, sin expedición”. Y otras por motivos sentimentales como el Manaslu: “El año que viene se cumplen 50 años de la primera vez que se subió. Yo estuve en las dos expediciones, la primera que intentó en 1973 y la segunda que lo consiguió en 1975”. Al coronar estas cimas, confiesa que no siente excesiva emoción: “Siempre digo lo mismo, yo tengo prisa por bajar, allí no se puede estar. Además, queda lo más peligroso que es la bajada. Lo bonito son los amaneceres que puedes ver en los días previos a hacer cumbre y los abrazos con el equipo, una vez has terminado el descenso”.

Esta pasión por la montaña no tiene muy claro de dónde le viene. “De niño en mi familia lo importante era comer cada día. No me gustaban las ciudades y quizás de ahí me viene la pasión, de intentar escapar de las aglomeraciones y optar por lugares más abiertos. Aunque yo no me dediqué de manera total a este mundo hasta que me jubilé. De los 14 años a los 65 he sido tapicero”. La devoción por el alpinismo sí que la ha podido compartir con su mujer e hijas. “Tengo una familia fantástica. Mis cuatro hijas han crecido en la montaña desde que nacieron. A veces hasta entrenamos juntos”.

El futuro, por el momento, se lo toma con calma. “De momento debo recuperarme bien. Cuando los médicos me dejen me gustaría volver 50 años después a mi primera montaña, al Manaslu. Pero para que esto sea posible, mi cuerpo debe funcionar, como mínimo al nivel de la primavera pasada,”.

Te puede interesar