¡Basta ya, no somos niñas!

photo_camera Una socia de la asociación atendiendo a una mujer en la oficina de Santiago.
Cientos de gallegas acuden cada año a Acadar, una asociación que promueve los derechos de las mujeres con discapacidad a través de ayudas económicas, psicológicas y de formación para hacer frente a todas las violencias que soportan

Según el último informe del Instituto Gallego de Estadística, las mujeres con discapacidad representan un 20% menos en las actividades laborales remuneradas en relación con los hombres que sufren el mismo grado de minusvalía. Pero la evidente desigualdad económica no es la única que afecta a cientos de gallegas en su día a día. El excesivo control y la sobreprotección familiar son algunos de los problemas a los que estas mujeres se enfrentan en su rutina diaria. Es por esto que la asociación Acadar en Galicia tiene la misión de promover y coordinar los derechos de las mujeres con discapacidad hacia su plena inclusión en todos los ámbitos de la sociedad, tanto a nivel laboral, sexual, educacional como formativo desde diferentes concellos en función de la demanda. “Lo que intentamos es empoderarlas”, dice Mariluz Vázquez, la coordinadora técnica de Acadar desde hace cinco años. “Es importante detectar y tomar consciencia de los picos de violencia que viven las mujeres con discapacidad para que ellas mismas empiecen a erradicar esta situación”, afirma.

ATENCIÓN PSICOLÓGICA

La entidad proporciona un servicio de atención psicológica a las mujeres que contactan con su equipo técnico, formado por trabajadoras sociales, psicólogas y sexólogas. “Nos desplazamos a distintos concellos en función de la demanda para impartir cursos y apoyar a las mujeres, en especial a las del rural que muchas veces no pueden trasladarse”, explica la coordinadora de la agrupación. La lista de espera para acceder a los servicios públicos de salud mental es muy extensa, por eso “nosotras ofrecemos un soporte emocional dentro lo que cabe”, asegura Mariluz Vázquez. 

Las mujeres con discapacidad viven una violencia silenciada por la propia estigmatización que la sociedad deposita en ellas. “Na miña familia teño moita autonomía, pero é certo que ás veces intentan sobreprotexerme inconscientemente, coma se fose unha nena pequena”, declara Lucía Fernández, una de las socias de Acadar desde hace un año y que convive con síndrome de Usher, una enfermedad que afecta tanto a la audición comoa la visión y, a veces, al equilibrio. “O importante é deixar atrás o medo. Non te podes meter nunha esquina e evitar desfrutar da túa propia vida”, dice la monfortina de 59 años. La coordinadora de Acadar sostiene en este sentido que las mujeres con discapacidad son muy cuestionadas y presionadas por las decisiones que toman, desde la maternidad hasta su vida profesional. “Eu sempre coidei na miña casa de outras persoas con minusvalías, pero realizando traballos non remunerados que non se valoran demasiado”, asegura Lucía Fernández, que vive con su marido.

Lorena Quintas tiene 35 años y utiliza una silla de ruedas a causa de la artritis que padece desde que era pequeña, así como una discapacidad visual. A día de hoy es artesana y vocal de la asociación en representación de las mujeres de las zonas rurales. “Oxalá os servizos puideran chegar a máis lugares , pero non podes estirar a manga máis do que dá a man e os presupostos son os que son”, manifiesta la vocal, natural de Allariz. “Eu sempre fun optimista, pero aquí axudáronme moito a reforzar a miña autoestima, algo do que a xente se olvida ó ver alguén con problemas físicos”, explica. 

La violencia estructural que sufren estas personas es uno de los problemas que pasan más desapercibidos entre las mujeres que conviven con distintas patologías. “Estamos en una posición inferior socialmente y el problema es que hay violencias que son más difíciles de detectar que otras. La física es la más visible, pero violencia también es la ausencia de cuidados o la agresión verbal o psicológica”, explica la coordinadora de la institución Acadar, Mariluz Vázquez. 

El objetivo principal de la asociación es formar y educar, tanto a las propias mujeres como a sus familias, que también pueden solicitar sus servicios a través de sus oficinas o por teléfono y dejar de infravalorar a las personas y visibilizar su realidad. “Cando acudín ás reunións puiden enfocar mellor todas as violencias económicas ás que nos enfrontamos como mulleres con discapacidade. Normalizaba situacións que non o eran ”, expone Lucía Fernández. 

Desde Acadar perciben un aumento de mujeres que solicitan sus servicios a raíz de la pandemia. “Es  evidente la crisis social que hay ahora y es por eso que apostamos más que nunca por una colaboración cercana, intentamos ser más locales”, asegura su coordinadora.

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