Quieren estudiar y trabajar, pero no encuentran dónde

El botellón marca tendencia. (Foto: MARTIÑO PINAL)
La implantación del garantiza “por ley”, según el Ministerio de Educación, la posibilidad de estudiar y trabajar al mismo tiempo. Según el Real Decreto 1393, el número mínimo de créditos por estudiante y período lectivo debe permitir a los alumnos “cursar estudios a tiempo parcial” por razones de trabajo, familiares o personales.
Las modificaciones en el sistema universitario para favorecer la compatibilidad del trabajo y la carrera estaban avaladas por dos datos adicionales, que según sus defensores, son “relevantes”: los jóvenes que no tienen la Secundaria Superior registran 18 puntos más de paro que los que estudian en la facultad, y uno de cada tres universitario no acaba la carrera.

La Conferencia de Rectores, que se amparaba en estas cifras para defender la implantación del Plan Bolonia, veía en la flexibilidad una de las virtudes de la reforma del sistema universitario. No contaban, sin embargo, con los efectos que la crisis económica podría dejar en el mercado laboral. El informe anual del Ministerio de Educación (Datos y cifras del Sistema Universitario) revela que el número de estudiantes universitarios que compaginan sus estudios con un trabajo ha descendido un 16% en el último año.

Reparto de pizzas
Las frías estadísticas dibujan una realidad a la que se le pone cara en los pasillos de las facultades o en las cafeterías de los campus.

Adrián, que en cursos anteriores había compatibilizado la carrera con el reparto de pizzas a domicilio, ha visto como la flota de motoristas se ha reducido y el encargado del local prescinde de sus servicios. “Envié el currículum a una tienda de electrodomésticos que ofrecía contratos a media jornada, pero no he recibido contestación por el momento”.

María también ha perdido su empleo a tiempo parcial en una tienda de deportes y ahora está volcada en el último curso de Física; para compensar ese déficit económico trabaja como camarera en un pub de la zona vieja compostelana. “Hasta ahora me había resistido a trabajar en la noche, pero ahora es lo único que he conseguido para tener unos ingresos extra”. La situación económica dificulta que los estudiantes encuentren un trabajo para emprender una carrera o continuar con sus estudios universitarios. En el curso 2008-2009, el 27,4% de los matriculados en la universidad también ocupaban un puesto de trabajo y, un curso antes, el 32% tenían como ocupación un empleo, además de los estudios.

La causa principal de esta caída en los alumnos que compatibilizan los estudios con el trabajo reside, según el Ministerio de Educación, en la crisis. “Las circunstancias económicas han retraído a los estudiantes del mercado de trabajo”, apunta el informe para explicar el descenso.

De los que pueden combinar su actividad laboral con los estudios universitarios, la dedicación al trabajo no supera en la mayoría de los casos las sesenta horas mensuales. Tres de cada cuatro alumnos que tienen un empleo ocupan, según el informe del ministerio, quince horas de la semana en el trabajo. El resto le dedican incluso menos tiempo. La excepción, que confirma la tendencia, está en la Universidad Nacional de Educación a Distancia; el 58% de los matriculados compagina estudios y trabajo. Los niveles de ocupación también son elevados entre los alumnos de masters virtuales y los matriculados en la Universidad Abierta, orientada a trabajadores que quieren ampliar su currículum académico.

Jóvenes parados vuelven al colegio para graduarse
La pandemia del desempleo no discrimina por edades. Trabajadores con más de veinte años de experiencia que ahora se encuentran en paro sufren para reciclarse y volver a empezar de nuevo. Tampoco los jóvenes que ya han coqueteado con el mercado laboral encuentran facilidades para recolocarse.

Es el caso de Miguel, un padronés de 21 años que lleva casi un año en paro tras el cierre de la empresa de escayolas en la que trabajaba. “Empecé con 17 años porque no quería estudiar más. Sentía que estaba engañando a mis padres mientras acumulaba suspensos y en aquel momento creía que lo mejor era ponerme a trabajar en la empresa de un amigo de mi madre”.

Es, bajo su punto de vista, una víctima más de la burbuja inmobiliaria. “A mi jefe se le acumularon las deudas e impagos en un momento de parón en el sector de la construcción y tuvo que despedirnos a todos los empleados antes de tirar la toalla y cerrar la compañía”.

Está cobrando el paro y ha aprovechado estos meses para sacar la licencia de conducir exigida para el manejo de camiones porque piensa que como transportista puede tener alguna oportunidad, pero esa no es la única alternativa que contempla. Mientras espera algo de suerte, ha decido “volver a la escuela” para sacar el graduado escolar. “Tengo demasiadas asignaturas pendientes, pero estoy más motivado que en ninguna otra etapa de mi vida”.

Con una tasa de paro del 43,8%, el número de jóvenes que busca empleo se ha multiplicado de forma exponencial. La dificultad para este colectivo radica en que muchos de puestos de trabajo exigen la experiencia previa de la que no dispone. “Tenemos que competir con veteranos en situación de desempleo y este es un obstáculo añadido para nosotros”, lamenta Miguel.

Los recién licenciados y los jóvenes altamente cualificados tampoco encuentran la puerta de entrada al mercado laboral. Su escasa experiencia profesional es un lastre demasiado pesado en tiempos de crisis.

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