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Hablándole al tipo del espejo

Fino Oyonarte.
photo_camera Fino Oyonarte.

Todo lo que toca Fino Oyonarte se convierte en arte, ya sea rabia o alegría; ahora nos regala su primer disco en solitario 

Cuando uno alcanza la edad madura es inevitable empezar a ajustar las cuentas consigo mismo. Lo que para alguno es, simplemente, un paseo nostálgico por tiempos de luz y despreocupación, para otros implica un viaje más largo, una revisión de varias vidas concentradas en una sola persona, todas ellas repletas de clarooscuros y promesas que se quedaron en eso, intenciones de algo que nunca llegó a suceder. 

Hay quien durante este exorcismo de sus propios demonios entierra el pasado y sigue adelante, continuando con  una huida interminable. Las personas más inteligentes, sin embargo, son lo las que deciden sentarse con ellos cara a cara y pagar todas las deudas adquiridas. A Fino Oyonarte una de esas sombras lo visitó hace relativamente poco para casi llevárselo del mundo de los mortales.  Fue ahí, en plena lucha, cuando decidió emprender una aventura que durante mucho tiempo sabía que se debía. 

Fino es un ser, no un hombre. Él es fuerte y está lleno de luz, la música transita por cada una de sus venas y no una música cualquiera, sino esa que emociona a cada segundo, cantando, tocando, produciendo o escribiendo. Sus trabajos siempre han estado llenos de una belleza y sinceridad abrumadora. 

Da igual que utilice notas graves y agresivas en esos himnos que, junto al resto de Enemigos, nos lleva regalando décadas, o las guitarras erizadas y en continua transformación con aquellos Eternos, en un disco semidesconocido, de forma injusta. O las letras íntimas compartidas con su inseparable Cristina Plaza en aquella joya alternativa que fueron Clovis, a las que acompañaban melodías que bien podrían ser la banda sonora de una tarde soleada en Willamsburg.

Cada vez que Fino Oyonarte forma parte de algo, el mundo de la música está de enhorabuena. 

Ahora, una vez ganada la pelea, nos regala su primer disco en solitario, “Sueños y tormentas”. Estamos delante de un disco mayúsculo, un trabajo con el que Oyonarte salda sus deudas y en el que se nos presenta, permítanme la comparación, como un Nick Drake adulto y experimentado. Este nuevo registro que nos regala, casi guitarra acústica y voz, es brillante y vuelve a evidenciar que todo lo que pasa por sus manos se convierte en arte, ya sea rabia, tristeza o alegría. 

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