ICONOS

Manet, Olympia, o la provocación

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photo_camera “Olympia”, de Édouard Manet. (1863).

Lo más escandaloso que tiene el escándalo es que uno se acostumbra, que decía Simone de Beauvoir.

A Édouard Manet (1832-1883) le gustaba la provocación, casi sin mesura, si no difícilmente se entiende que al Salón de París de 1865 presentara dos obras contrapuestas, una, de Cristo escarnecido por tres soldados y la otra de una señorita muy especial, “Olympia” (1863), ambas figuras desnudas, con distinto mensaje. 

Polémica. Aunque los desnudos de inspiración mitológica eran bien vistos, no ocurría lo mismo con aquellos cuyo referente fueran una persona real. Aunque inspirada -la pose- en “La Venus de Urbino” de Tiziano, en “La gran odalisca” de Ingres, “La maja desnuda” de Goya, o en “La Venus ante el espejo” de Velázquez, Olympia era otra cosa. El pintor utiliza como modelo una reconocida prostituta -Victorine Meurent, de 30 años-, habitual de Manet, amante de Nadar y quien posaría también en “Le déjeuner sur l´herbe”.

La escena se adentra en los mundos de la cotidianeidad representando aquí una prostituta de alto nivel, desnuda, tumbada sobre un diván, en compañía de una dama de color -una mucama, empleada del dueño de la casa- que le trae un ramo de flores, y un gato negro de ojos muy abiertos y elevado sobre sí mismo. Las flores, obsequio como agradecimiento, o detalle de un próximo cliente. La actitud, de mirada firme y provocativa al espectador, es un gesto inusual pensando en el oficio que representa.

La atmósfera íntima, recortada sobre un fondo oscuro, con detalles que no se escapan, el zapato desprendido del pie, que enfatiza la desnudez, la orquídea sobre el pelo, de connotaciones sexuales y poderes afrodisíacos, el brazalete, la mantilla oriental y el lujurioso gato desperezándose altivo, asociado éste a escenarios de este tipo de sexualidad apremiante previo pago. Olympia lleva una cinta al cuello, con perlas, que junto al brazalete, la orquídea y la mano que cubre su pubis componen un triángulo imaginario aún más poderoso. 
 

Olympia es puro descaro, ella domina la escena. Manet despliega una pincelada poderosa, un dibujo lleno de detalles, con los desafíos puestos en el dominio del color, el contraste entre los blancos y los negros con detalle, siempre en prefecta armonía.

 Se dice que Manet se inspiró en una poesía de Charles Baudelaire dedicada a una cortesana, otro provocador sin duda. 

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